Primer pecadito: No, no fue el ejército colombiano. Fueron veinte millones de dólares pagados por los gringos. Porque no eran contratistas de construcción los tres machillos que venían con Ingrid. Eran agentes de la DEA con rango de investigadores del FBI. Y tampoco se fueron los 20 millones a las FARC. Dos de esos se usaron para pagarle a los especialistas israelíes por la planeación logística, porque en eso son unos arrechos. Y no lo digo yo, ni lo dice el Granma de Cuba ni ningún periodicucho trasnochado rojo-venezuela; lo dice la agencia Reuters, en Suiza. O sea, agencias serias confirman lo que ya América Latina sabe hace tiempo: la inteligencia militar es un contrasentido en sí misma.
Segundo pecadito: A todos los admirados de la reducción de carros en las calles, que apoyan las acciones del gobierno y se tragan las confirmaciones diarias del tema en las noticias, espero que hayan considerado que, además de que la gasolina está demasiado cara, da la enorme casualidad (y es que qué haríamos sin las casualidades o sin noticieros a quienes creerles) que escuelas, colegios y universidades están de vacaciones. Pérensen a agosto pa’ que vean… ah, no perdón. Van a estar encerrados en la casa las 24 horas de la restricción vehícular. No van a poder ver nada. A menos que encaramados en tacones, con la lactoc en la mano y el celular en la otra, el bolso guindando de un hombro y la ponchera del otro, se vayan fijando por la ventana cuando van montados en Sabana Cementerio. Que es lo que me tocaría a mí, por ejemplo, si me la tomara en serio.
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