El viejo encanto: Vamos a una embajada a firmar un poder. Yo, mientras espero al señor Patán, no llamo la atención de nada, ni de nadie. Somos solo mujeres. Cuando él llega, todas se enteran. Por la forma en que se baja del carro, como se guinda del portón, como entra y saluda y luego sale, diciendo que necesita fumarse un cigarro. Como lo enciende al estilo del wild wild west. Como mira a la cónsul y cómo ella de repente se sonroja y le trata de meter conversa y hacer más largo un trámite que demoraba un minuto y le pregunta si conoce el país del consulado y a la vez, ella- la cónsul- me ignora. Y lo invita a que cuando vaya de nuevo que le avise que ella le encantaría mostrarle su país y se inclina solo un poquito por encima del escritorio para que el Patán pueda ver lo que le ofrecen.
Y al salir, ante tanta evidencia, yo voy refunfuñando “Puta, es que no hay manera… el viejo encanto” Y el Patán se ríe y me dice “Diay, qué le vamos a hacer. Viste? Bueno, al menos siempre en algo ayuda” Y antes de que yo le diga que debería guardar el decoro y dejar de andar dejando viejas alborotadas por donde pasa y abusando de su poder, me dice “Adiós muñeca” y se monta en el carro y se va.
El Patán al rescate. En lo que va del año, en conjunto con el Patán hemos ayudado por lo menos a tres damiselas en desgracia. Las tres, descritas como amigas con una necesidad urgente de un abogado. Todas con una historia que en resumen suena a “Auxilio, auxilio, socorro!” Yo operando siempre desde las sombras, en ooperaciones hormigas encubiertas. Con la primera pensé que le estábamos ayudando a una de sus mujeres, no me tragué el cuento de la amiga. Pero poco a poco se ha ido revelando el misterio “Yo no puedo oír llorar a una mujer. Me hago mierda” . Hace unos días, el Patán me llamó justo después de un episodio que me sacó las lágrimas y él se dio cuenta de que yo lloraba. Me disculpé, porque siempre le toca a él la coincidencia de atajarme de camino al guindo. “Yo ya estoy convencido de que es un problema de karma, sabés? Es lo que deben haber decidido mis hacedores. Siempre me pasa con todas las hembras. Te he dicho lo que me hace a mí oír a una mujer llorar? Contame qué te pasó… y si es por algún carepicha, ni me digás nada porque lo mando para la mierda”
Las peladas de culo. Es la sétima llamada que me hace en el día. Me dice “Ayyy, quién cumple añitos mañana?” y le digo “No sé porque lo que soy yo, cumplí años el sábado pasado”. “Cómo? pero NO! Yo te tengo en la agenda!” “Pues quién sabe cuál de tus zorras se llama Sole y cumple años éste sábado, pero el mío ya pasó, te lo sugerí con varias indirectas y ni te acordaste” Sigue una fila de excusas, risas nerviosas, enredos, de dos veces en la agenda, de vos tenés la culpa por no recordarme, reclamos, en serio, pero estás segura, es que nunca veo la agenda los sábados, porqué no me dijiste nada, hubieras llamado a mi secretaria, la intención es lo que cuenta y que cómo la pasaste. “Te quiero mucho” me dice y se nota que le cuesta, le incomoda, como si lo hubiera ensayado. Y dejamos de hablar del tema porque los dos sabemos que John Wayne jamás se hubiera puesto suavecito.
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