Este cumpleaños me agarró o resignada o vencida o más madura. Pero a diferencia de todos los demás, éste me agarró. Considerando la cantidad de almanaques, espero que sea madura. Darme por vencida (o resignada que es la misma cosa) sería como morirme en vida. Y no quiero. Deben ser los años, que de repente me ha dado por ver hacia atrás y pensar y sentirme, en algunas cosas pequeñas, como menos ingenua. En otras arrepentida. Y en otras, sin excusas para seguir atrasando aquellas cosas que me gustan, que hago, para las que en la de menos resulta que sí tengo talento.
Del balance de regalos curiosos: un ciprés bonsai de cuatro años. Un libro de la II Guerra Mundial, la experiencia de una niña alemana. Un banquito automático plegable. Una bandera de Chile para mi carro. Le digo al amigo que me la regaló que no la puedo andar, que no soy chilena. Me responde que esa bandera supera fronteras. Chile, mi Chile, el Chile que yo admiro es la prueba del poder de un sueño. La esperanza.
El Antídoto me hizo torta chilena de la de verdad, a mano desde el principio. Con manjar (dulce de leche) chileno. Será la edad, pero me siento como tranquila, casi completa. No con la misma rezongadera y tristeza de cada año.
Hoy también hubiera cumplido años el Che Guevara: 80.
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