CASO UNO
Tengo una reunión. Es un cliente nuevo, no conozco sus oficinas. La secretaria me dice “Frente al Motel El Cielo” y me cuelga. Me deja en las mismas. Me da color llamar a preguntar la dirección de nuevo y me pregunto quién podrá ayudarme:
(555-5555) Nótese los 7 dígitos
“El ICE le informa que antes de cada teléfono fijo debe colocar un 2….”
(2-555-55-55)
– Aló…(con tono de estoy haciendo mil cosas pero contesto porque sé que sos vos)
– Don Cosito? Es Sole. Tiene un segundo? Es que ando manejando y estoy perdida porque tengo en 10 minutos una reunión y la dirección que tengo es frente al Motel El Cielo y no sé a quién preguntarle.
– Cómo? Venime, seguro que no sabés dónde es. Me vas a decir que nunca has ido? Antro porqué, si más bien esos lugares resultan una solución inteligente para mucha gente, ah? Nada de antro tienen. Más bien hay que estar muy agradecido con el mae que inventó esas varas. Sí, además de que ese mae debe estar podrido en plata el hijueputa. Ve, te vas para donde quedaba antes mi oficina de antes y de ahí….
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CASO DOS
Lo llevo a una reunión a la Embajada de Chile. Milagrosamente llega temprano. Entramos juntos después de fumarse el eterno cigarro. Yo de primera. El, como Pedro por su casa, deja el portón macizo, forrado en cobre, abierto. Yo, que me vuelvo a ver si viene detrás de mí o si se quedó pajareando, le digo siseado (como lo regañaban a uno en misa)
– Ce-rrá la puer-ta! Tenés cola o qué te pasa?
Se detiene sorprendido y mira hacia atrás. Entonces, en voz alta, se queja:
– Puta, manda huevo que no tengan un brazo mecánico en esa puerta! Si no valen ni mierda. Chingo de seguridá! Ves? Por eso, por pobres, es que los van a volver a matar a todos el día que el tombo de afuera se ponga lucas…
Para la habladera cuando me le acerco y de forma amenazadora le digo que es un grosero y un imprudente y que cómo se le ocurre decir esas cosas.
– Ah? Qué? Estos maes no tienen sentido del humor? Por cierto, aquí saben que vos sos allendista?
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CASO TRES
En mi intento por hacer de él una mejor persona, y apelando a sus ancestros italianos, le mando este videito. Tal vez, me digo, tal vez, le toque alguna cuerda de sensibilidad enterrada hace mucho tiempo.
Luego lo comentamos por teléfono. Más o menos como una sesión terapéutica.
– Lo que más me impresiona– me dice, en su opinión experta- es el factor sorpresa.
– ¿Qué factor sorpresa de qué cosa? ¿Vimos el mismo video?
– Sí, Sí, el del gordito cantando. Si uno lo escuchara en un disco, pierde toda la gracia. Sería un mae más que canta ópera. Pero ya, viéndolo, con esa cara de idiota, uno nunca se espera que cante así. Eso es lo que impacta.
Tengo que reconocer que es un ángulo que yo no había contemplado.
– Claro– le digo- Sería como si en una reunión vos te acercaras a decirme algo y en lugar de comerte a alguien o decirme alguna barbaridad, me dijeras “me gusta cuando callas porque estás como ausente”. Me queda clarísimo.
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