5:58 am Voy a la Coca Cola a recoger unos muchachos que nos están haciendo una construcción en el kinder. Tengo que esperarlos 10 minutos. Un indigente revisa el basurero, y luego, con el mismo interés, ronda cinco veces mi carro, mirando hacia adentro. Cinco. Se marcha cuando algo brillante le llama la atención en el caño. Yo sé que el miedo me hace invisible.
6:30 a.m. Mientras desayuno en la soda del kinder, La Nación pretende que yo crea que después de un bombardeo que dejó cráteres en la tierra y arrasó con la naturaleza y evaporó el resto, se recuperó una laptop. Intacta. Que además tenía conexión seguro satelital desde la selva a Internet. De Movistar, encima, que es lo único que debe haber en esa zona. En la madrugada del lunes, 3 indigentes se metieron a robar a la soda. Un equipo de sonido, una maceta , un jugo y un minipie de fresa. Nosotros los vimos infraganti., No hubo policía. No hubo patrulla. Nosotros no hicimos nada. Un lunes, a las 3:00 am, el cansancio te vacuna contra la estupidez.
10:42 Avenida 7, cerca de la antigua escuela Mauro Fernández. Hay 6 indigentes recostados a la pared, tomando, idos, dormidos, riendo. De repente uno de ellos se levanta y se abalanza contra un señor pequeño, moreno, aindiado, de brazos muy fuertes. El atacado le da un golpe en la cara que resuena a través de mis ventanas cerradas. El golpeado va a dar a mi ventana. La llena de sangre, se recupera rápidamente y aprovecha la oportunidad. Me toca el vidrio con la mano extendida. Yo me salto el semáforo.
11:50 Colegio de X Profesionales. Llevo 45 minutos esperando una certificación de dos línea. De pie. Ni siquiera tienen excusas. El guarda se enoja porque le pido que venga al lado del chofer al recoger la insignia “Mis vidrios no son eléctricos” me disculpo. Supongo que la rutina les extirpó sentimientos como la compasión y la cortesía.,
2:30 pm Delegación policial de Pavas. Cubro a un abogado maricón que le dan miedo las cosas penales. Otro abogado, más maricón todavía, el de la contraparte, más alto y mucho más fuerte que yo, me echa el cuerpo encima, me empuja y casi me bota al piso. Le pregunto que dónde dejó los modales y le digo, viéndolo a la cara, que hay que ser demasiado maricón para golpear a una mujer por un tema de brete. El cansancio me pone valiente. La cosa penal inició porque un cliente ingresó a la fuerza con 9 matones a una oficina, se llevó documentos y máquinas y golpearon a un señor inválido de 80 años. Esos, los matones, eran los que yo defendía, así, de sustituta y emergencia.
5:45 pm. Un cliente que odio, ya con instinto feroz, me llama por vez número quince. Me salgo de la reunión y le pido que me explique, porque estoy segura que debe ser urgente. Me exige cuentas de dónde ando y porqué no contesto. Le digo que yo sería feliz trabajando solo para ellos, pero que hay otros clientes, igual de importantes, que merecen atención y que en ocho años, nunca les he fallado a ellos, a los del gerente necio, en cosas importantes. El cansancio, además de valiente, me pone bocona.
7:00 pm Me arremete la presa, el celular que no para de sonar y no tiene manos libres, el nuevo sistema de marcación que no considera a nosotros los disléxicos, la distancia, el niño sucio y con ojos de infierno que me pide dinero en una esquina, la viejita que siempre veo cosiendo sola vestiditos de Barbie.
Renuncie, señor Ministro, señor Alcalde. Tengan vergüenza. Tanta violencia en un día, en una sola persona, no es casualidad ni estadística. Es exceso de frecuencia, cotidianeidad.
We live interesting times, indeed. La decadencia propia de ese momento, justo antes de que se desmoronan imperios.
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