Estos días helados no solo son una excelente oportunidad de airear mis chuicas favoritos, pesados y calientes.
Cuando todo el mundo camina hecho un puño y maldice el frío para el que nunca hemos estado preparados, yo sonrío.
Sonrío porque me recuerda mucho a Chile. Y siento una nostalgia enorme por el país en el que nunca he vivido, pero que siento como propio.
Y pienso en Santiago, en las calles, en la cordillera, en La Moneda, en las anchas alamedas.
Y sonrío.
Yo sé que pisaré las calles nuevamente. Y sonreiré.
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