Hoy que venía oyendo radio y comentaban del despiche que hay en oriente medio. Hasta ahora los palestinos a nadie le han importado, como bien contaba Sirena. Es hasta que la cosa se pone horrible con bombardeos en el Líbano y columnas de civiles huyendo a Siria que la prensa nacional habla de guerra. Lo otro pareciera o que no son seres humanos o que es simple control de terroristas, que según los gringos, tampoco califican de humanos.
Es un tema espinoso, lo sé. Yo, que por razones particulares siempre he apoyado la creación del Estado de Israel, a veces me encuentro sin palabras ante espirales de violencia en las que todos dicen tener razón o estar actuando por provocación.
Lo que me recordó Amelia Rueda fue esta foto y una de las leyendas urbabas que se cuentan de ella:
Clinton ( certified papucho!), abusando del poder que le daba ser el Mr. President de la única potencia mundial que quedaba, se los había traído del pelo y los había obligado a sentarse y mejor aun, a dirigirse la palabra, para ver si acaso podían llegar a una acuerdo de paz.
Después de varios días de estira y encoge, Clinton se raja y le anuncia al mundo que están dispuestos a firmar un documentito de intenciones al menos y los presenta a fotógrafos de todos los medios de comunicación.
Esta foto registra el momento en que Clinton sostenía a ambos de la espalda para que no salieran corriendo o atajarlos del cogote en caso que le entraran a los manazos.
Arafat fue el primero en estirar la mano. Con descaro, para algunos; con sinceridad para otros. Con el disfraz que lo acompañó sus nueve vidas pero sin los anteojos oscuros grandes del hombre que anunciaba que mataría inocentes como parte de sus tácticas terroristas y con aquella sonrisota que le recuerda a los fans (y a Alf, pero eso es otro cuento) lo mucho que se parece a Ringo.
Rabin debe haber visto esa mano estirada por lo menos unos cinco minutos. Le debe haber buscado la mirada a Arafat y luego a Clinton y de vuelta a la mano. Debe haber hecho el esfuerzo consciente de pensar que no, que la mano que le ofrecían no estaba machada con la sangre de niños y jóvenes y ancianos judíos. Debe haber recordado su lucha por Israel, los días de soldado, su misión en la Europa de la II Guerra Mundial recogiendo niños judíos, los ingresos clandestinos al entonces protectorado británico con barcos llenos de sobrevivientes desde Chipre, las guerras que solo duraron unos días, los colonos, las luchas, las bombas, los muertos, los amigos. Las cosas que sólo él sabía por ser primer ministro. Y debe haber pensado en quitarse. Tanto, que en el video se observa un ligero empujoncito de Mr. Clinton con una miradilla de “No te quitésssss …. Cuidao me hacés pelarme el nance en público!”
Y entonces, pensando que aunque hubiera tanta lágrima y tanto odio de por medio, a los muertos los entierran sus muertos y que a él le tocaba pensar en los que vendrían, en los que heredarían la tierra prometida y de un solo impulso, le dio la mano.
Dice la leyenda que cuando Rabin regresó al lado de su delegación, habían algunos indignados y otros muertos de risa de aquella escena tan forzada. Uno de los más ofendidos por el evento, lo increpó y lo cuestionó, acusándolo de ceder ante la potencia extranjera y vanagloriándose de que él ni loco le daría la mano a ese asesino.
Se armó una discusión de las bravas sobre si procedía o no darle la mano, escupirle la cara, hacerle el feo a Mr. President y a los palestinos, creer o no creerle a Arafat y a los suyos, que si la historia, que si Israel, que si pata tín que si pata tán.
Rabin no decía nada y la discusión se ponía aun más candente. El más ofendido- que dicen las malas lenguas era Shimon Peres- se emperró en que no y que no y que no le daba la mano a semejante terrorista. Que allá Yzhtak si era tan vendido y tan olvidadizo de todo lo pasado pero que no y no y no y que NO.
Ya era demasiado. Rabin entonces intervino. Le puso las manos en los hombros a Peres, para que le pudiera leer en sus ojos azules todo lo que había pensado en los momentos antes, cuando dudó si darle o no la mano y le dijo “Si yo le di la mano– y de nuevo toda la historia y el dolor se registraron en sus ojos- TODOS le dan mano”.
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