Estoy harta de almorzar a deshoras sentada frente al monitor, comiendo chatarra fría y grasosa con una mano y con la otra, respondiendo correos o llamadas.
Si me animara a renunciar y a asumir una vida franciscana, recorrería América del sur con una libretita y un lapicero azul.
Y en las ferias de domingos en los parques enormes- como en Recoleta, por ejemplo- donde los hippies o los desempleados venden aretes y bolsos y aceites y cremas y espejos y títeres y cosas poco comunes o viejas y huele a macrobiótica y a artesanía, yo tendría mi puestito bajo un toldo rojo y un rotulito escrito a mano que diga:
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