Querido Diógenes. Tengo 45 años y estoy viejo y enfermo. A estas alturas, se empieza a cuestionar uno de la muerte y la vida y sobre todo, de la primera. Y tengo miedo, no lo niego. Aprovecho para preguntarte, porque quiero tranquilizar mi alma, si la muerte es del demonio. A la espera de tu atenta respuesta, Demóstenes.
Demóstenes, piensa un poco. ¿Cómo podría la muerte ser del demonio? Si lo fuera, sentiríamos la certeza de su llegada y sabríamos sin lugar a dudas cuando está presente. Es igual a la elección que has hecho durante todos estos años entre el bien y el mal. Bien sabes que siempre has sabido lo que estás eligiendo. Hay una presencia, una certeza que te lo dice. Así que a menos que hayas sido un desgraciado, puedes morir en paz. Diógenes.
Mi admirado Diógenes. El otro día, discutiendo con mi amigo Iakobos, le decía que en esta vida se sufre tanto, que pareciera que la vida humana es cosa del mismo demonio. Llegué a la conclusión utilizando la mayéutica y la deducción simple ¿Tú qué opinas? Makarios.
Makarios. Lo primero es ubicarse en el verdadero contexto de la vida humana. Te darás cuenta entonces que no es vivir lo que resulta demoníaco, es el malvivir. Diógenes.
Diógenes, solo un sabio como tú podría decirme cuál es la peor mordedura de todos los animales vivos. Metaxas.
En realidad, Metaxas, es fácil. Depende de la naturaleza del animal. Si se trata de animales domésticos, la peor mordedura de todos los animales vivos es la de un adulador. Pero si se trata de animales salvajes, la peor es la mordedura de un adulador. Espero que te haya quedado claro. Diógenes.
Dime, Diógenes, qué es un hombre sabio. Petalas.
Petalas, aunque suene increíble, la diferencia entre un hombre sabio y un tonto es ínfima, se limita a un dedo. Si un hombre levanta su dedo índice y habla, la gente piensa que es un sabio. Si levanta el dedo del medio, lo creen loco. Te hablo desde la experiencia, Diógenes.
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