Ahora – guardando las distancias- creo que entiendo lo que sienten las que son mamaces el día de la graduación del Zinder. Mi abuela, mi querida abuela, solía regañarme cuando habla de graduaciones de cosas tan intrascendentes como graduarse de kinder con énfasis en bolitas de papel crepé, diciendo:
“Graduación? GRADUACIÓN DE QUÉ? De qué se gradúa el mocoso ese?, decime, de qué? De qué?” Y seguía despotricando contra esas necesidad nuestra de celebrarle a un enano, con toga, birrete, título, foto y fiesta, lo que es su único trabajo y ocupación, que es la de pasar de año.
Si estuviera viva, creo que me hubiera correteado por toda la casa a escobazos y me hubiera echado además por hereje si el sábado pasado me hubiera presentado yo con mi cuasi ternero y con los ojos transparentes de alegría, la moquera a flor de nariz y la emoción en la voz cortada le hubiera dicho:
“Mimí “ -así le decía yo a mi abuela: Mimí…- “Se nos graduó Fusercito!”
Y sí. Mi perrito se ha graduao suma cum laude con honores y casi casi con recomendación de publicación. Después de ocho semanas ya finalmente entiende tres órdenes. TRES! Desafiando la genética, está hecho todo un gato, además de un papucho innegable que llama la atención de perritas y humanos. Le pasó, además, las mías en la adolescencia: creció a velocidad impresionante pero aun no se ha dado cuenta y pega contra todo, no cabe en ninguno de sus adorados rincones, todavía pone las patitas en la cama para que lo suban y me cae encima para cariñitos sin darse cuenta que me está asfixiando.
Claro que hay que hacerle unas modificaciones. Yo no supe hasta el último día que le estaban dando órdenes en alemán y la verdad es que la imagen de un pastor alemán que responda órdenes en ese idioma me trae a la mente imágenes demasiado cruentas como para repetirlas con mi perrito. Así que aprovechando que el alemán y el inglés tienen algo de parecido, ya le estoy enseñando a Fuser a ser políglota.
Salió apestando además a chancleta de hippie en verano y contra todos mis principios, caí en el vicio capitalista ese de llevarlo a dry cleaning de perro para que quedara bañado, peinado, despulgado, perfumado y divino. No sirvió de mucho porque quedó oliendo húmedo y saliendo no más se restregó en el primer charco. Ahora huele igual que una tennis mojada que se seca en un carro cerrado a medio sol…
El día de su regreso estaba que brincaba de contento. Hasta que se dio cuenta que el campamento infernal no ha terminado. Tengo instrucciones claras de que todos los días tengo que entrenarlo al menos veinte minutos. Y mis tres libros de perros (los encontré gracias a amazon. Sí, también me da vergüenza, pero me aguanto como los machos) lo confirman. Me armo de pedacitos de hígado cocido, le pongo el collar de entrenamiento que parece instrumento de medieval tortura y durante vente minutos le digo las mismas tres palabras a un perrito que debe estar convencido de que yo soy más neurótica de lo que parezco.
O sea que viene a ser como mi apostolado. Estando yo chiquita se veían con frecuencia señoras con vestidos planos y feos color café quemado y un rosario guindando en el pecho. Cuando le preguntaba a Mimí, ella me decía, con admiración en la respuesta que eran las señoras que usaban el hábito de la Virgen del Carmen. “todos los días?”- “Todos los días”- me decía ella. Yo creo que Mimí les admiraba lo estoico, la fe, la fortaleza. Yo me preocupaba de cosas más banales como cómo se metía una a una piscina con el hábito de la virgencita y cuántos de esos habría que tener en el clóset y si no habrían pensado en hacerlo en colores menos feos y más alegres. Además de que si así era el agradecimiento por favor concedido, no me quería imaginar cómo sería el castigo.
El entrenamiento de Fuser será mi hábito. Veinte minutos diarios, pero hábito al fin y al cabo. Si no, se le olvida todo y al carajo la inversión que hicimos. Para ir a una piscina hay que dejarlo en algún lado: el colegio de abogados insiste, a pesar de la evidencia en contrario, que no se admiten ni animales ni perros en la pila. Tenemos una canasta/clóset- el neceser del chiquito- llena de sus huesitos y juguetes. La industria de las mascotas ha crecido tanto que hacen de todo en todos los colores.
No me interesa que se convierta en perro de exposición y trofeos (miento, sería feliz digamos con un tricampeonato del mundo), pero al igual que cuando llegue Santiago, si alguien me preguntara qué quiero que sea de grande le diría que quiero que sea bueno. Y si me preguntaran en el futuro lejano cómo es (Santiago, no Fuser), quisiera responderle lo que dijo una vez alguien que se llamó Alexander S. Neill: “Ni mejor ni peor, simplemente feliz”
Alexander Neill fue el fundador de Summerhill, una escuela en Inglaterra que se basa en la libertad.
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