Como the Grinch who stole Christmas, una de mis tradiciones es huir para donde sea cuando el aire huele a Navidad. Este año no había planeado el refugio y hasta pensaba que en mucho tiempo no volvería a pisar las calles nuevamente, aunque lo extraño y con frecuencia, lo sueño.
Pero a raíz de una conversación cuernofónica, me he entotorotado y ya estoy planeando fechas y hospedajes. Esta vez, quiero atravesar la cordillera en bus. Y recorrer Montevideo con otros ojos. Dejaré que mi fantasma visite a Elsa. Esta vez, acamparé en el aeropuerto para que, a diferencia de junio, no me deje el avión (por andar en la luna llegué al aeropuerto justo cuando despegaba). Eso, siempre y cuando no sea solo un plan y me anime a hacerlo.
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