Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Y tendremos pa’toitos, abrigo, pan y amistad…

Esta no es una historia que tenga un final feliz. Bueno, por lo menos no todavía. Vamos a contar lo que pasó en un país con forma de fideo y corazón de gigante. Se llama Chile. Es un país largo, largo, largo, o talvez un poco alto. En la parte de arriba, hace mucho calor y hay un desierto de arena roja. En la parte de abajo, hace mucho frío y los bosques son como los árboles de Navidad. A la derecha, hay montañas enormes llenas de nieve, que se llaman Los Andes. A la izquierda, tiene un mar ancho y azul: el océano Pacífico.

Hace treinta años, los chilenos estaban divididos. Había unas pocas personas con mucho dinero, fincas enormes, mansiones y carros de lujo, dueños de fábricas y empresas. También, había pobres y la mitad de ellos no tenía trabajo, les faltaba comida, sus hijos no iban a la escuela, no podáin comprar medicinas ni pagarle a un médico, y los patronos, que es otra forma de decir dueños, les pagaban sueldos muy bajos. Estos pobres que te cuento, los mineros, los campesinos y los obreros, se llamaban pueblo.

En Chile, el gobierno era democrático. Sí, es una palabra rara. Significa que es el gobierno del pueblo, que las personas eligen a los presidentes que quieren, que son los que van a hacer cosas buenas para la gente. No debemos olvidar que olvidarse que todas las personas tenemos derecho a escoger y a que los demás respeten la decisión de la mayoría. En Chile, los presidentes eran ricos y no hacían nada por cambiar la situación.

Un día, en 1970, el pueblo se cansó de los ricos y eligieron a un presidente diferente, que se llamaba Salvador Allende. Era un médico que, durante muchos años, se había dedicado a recorrer todo Chile, para saber cómo vivía su gente. Sonreía mucho, hablaba en forma sencilla, se sentía bien con el pueblo y la gente se sentía bien con él. Todos lo querían. El pueblo quería mucho a Allende y a sus amigos. Uno de ellos era el poeta Pablo Neruda, quien le escribía versos a la vida, al amor y al rabajador. Otro era el cantor Víctor Jara. ¿Y sabes qué? Víctor sabía cómo ponerles notitas de música a los sentimientos.

Al mismo tiempo, en Estados Unidos, había un presidente que se llamaba Richard Nixon. Era un presidente que estaba a favor de la guerra y le gustaba hacer trampa. Hoy casi todo el mundo reconoce que Nixon no era muy bueno que digamos.

Los ricos, los patronos y los dueños no estuvieron de acuerdo con que eligieran a Allende. Nixon tampoco. La mayoría de los ricos chilenos tenía negocios con la gente de Nixon. Allende no les gustaba porque decía que había que compartir, que quienes más tenían debían darle a los que tenían menos, que había que dejarse de egoísmos y darle a cada quien lo que necesitara.

Allende llegó a la presidencia y empezó a hacer grandes cambios. Las grandes empresas, las fábricas, los minerales, dejaron de ser extranjeros para convertirse en chilenos. Se abrieron escuelas, se enviaron médicos por todo Chile, se distribuyó comida, se aumentaron los salarios, se empezaron programas para que todos los niños chilenos tomaran leche todos los días. Allende también les quitó tierras a quienes no las estaban usando y se las dio al pueblo para que las trabajaran y sembrara comida para todos.

Nixon y su gente dijeron muchas mentiras al mundo acerca de Allende y su gobierno. Decían que en Chile se habían perdido las libertades; que, por ejemplo, no se podía decir lo que uno quería en la televisión o en los periódicos. Dijeron que en Chile pasaban cosas horribles, golpes y violencia, desórdenes enormes. Pero nunca dijeron que con Allende se estaban haciendo cambios importantes y que mucha gente lo quería y lo apoyaba.

Allende sabía que algunas personas que no estaban de acuerdo con él, y las respetaba. Nunca les prohibió hablar. Nunca los mandó a callar. Nunca las amenazó. Las personas que no estaban de acuerdo con Allende hacían marchas por las calles y se las respetaba.

Los patronos, intentaron incluso, que la gente dejara de trabajar. Los enemigos de Allende llegaron a poner bombas en algunas ciudades y lugares importantes. Algunos diputados que no estaban de acuerdo con Alllende, entrababan todas las nuevas leyes, solo por molestar. No era fácil, pero Allende sabía que las cosas buenas solo se alcanzarían si se luchaba por ellas.

Como Chile seguía siendo un país pobre, necesitaba constantemente que le prestaran dinero. Nixon les prohibió a todos los países de América que le hicieran préstamos a Chile. Pero Chile aguantó. Como Chile es tan largo, largo, largo (o talvez un poco alto) se usan camiones para llevar la comida a todo el país. Nixon convenció a los dueños de los camiones para que no trabajaran más, e incluso, envió gente a volcar esos camiones para que los chilenos no tuvieran otra vez qué comer y se enojaran con Allende. Pero Chile aguantó, porque los estudiantes salieron de la ciudad y llevaron al campo paquetes de comida para todos. Los trabajadores empezaron a trabajar gratis los fines de semana para que el país siguiera adelante. El gobierno de Nixon dejó entonces de venderles comida. Y Chile aguantó, porque otros países amigos le enviaron comida. A todo eso que Nixon hizo se le llama bloqueo.

Nixon estaba desesperado y no sabía qué hacer porque nada le había funcionado. Hasta que se le ocurrió una idea. Como Chile tenía ejército, soldados, generales, tenientes, armas, tanques y todo lo demás, los espías de Nixon buscaron a alguien que quisiera matar a Allende y lo encontraron. Se llamaba Augusto Pinochet. Entonces, juntos, Pinochet y el gobierno de Nixon empezaron a hacer un plan macabro.

El ejército, poco a poco, dejó de hacerle caso a Allende. Los soldados empezaron a tratar mal al pueblo hasta que, el 11 de setiembre de 1973, el ejército dio un golpe de Estado. Eso es cuando se obliga al Presidente a renunciar a la fuerza. Allende estaba en un lugar que se llama Palacio de la Moneda, que es donde vive el presidente de Chile. Los soldados lo llamaron por teléfono y le dijeron que renunciara. Ël dijo que no y lo comunicó al pueblo en un mensaje de radio muy sentimental. Fueron sus últimas palabras.

Pinochet ordenó que atacaran el Palacio y que, si podían, mataran a Allende. Los soldados eran dos mi; los amigos de Allende, apenas cuarenta, pero todos muy valientes. Como Pinochet vio que Allende defendía La Moneda y resistía, se enfureció y ordenó que entraran los aviones, los cuales bombardearon durante tres horas. Cuando los soldados lograron entrar, buscaron a Allende por todas partes y lo mataron a balazos. A los demás, los agarraron presos. Después, los soldados dijeron que el Presidente había sido un cobarde, que se había suicidado, y así se publicó en los periódicos del mundo. Hoy sabemos que eso no es cierto.

Ese día debe haber sido el más triste de todo Chile: Pinochet, el cobarde de Pinochet, presidente. Presidente por la fuerza, no por elección. José Figueres Ferrer, el gran presidente de Costa Rica, dijo que Allende “fue un noble idealista”. Otros países como México, Venezuela y Colombia, decretaron tres días de tristeza nacional. Reconocieron a Allende por lo que fue: un hombre bueno.

Pinochet puso las cosas como estaban antes de Allende. Los ricos estaban muy felices con Pinochet y hasta las gracias le daban, pero no el pueblo. Para evitar que algo como lo de Allende se repitiera, Pinochet decidió matar a todas las personas que trabajaron con Allende. Llegaban de noche a las casas y secuestraban a las personas: estudiantes, hombres, mujeres y hasta niños. A los niños, los regalaban a parejas de ricos que no tenían hijos. A los adultos y a los jóvenes, los encerraban en cárceles y estadios y los torturaban; después los fusilaban o los tiraban al mar. Como nadie sabía dónde estaban, les decían “los desaparecidos.”

¿Te acuerdas de Víctor, el cantor? Pues lo llevaron preso a un
estadio, donde había muchos presos más. Todos estaban muy tristes y tenían miedo. Entonces, Víctor les cantó esas canciones que te dije que tenían sentimientos, y la gente se sintió mejor. Los soldados se dieron cuenta y mataron a Víctor.

¿Y Pablo? … Bueno, la historia dice que a Pablo le dio un infarto unos días después del golpe de Estado. Yo creo que se murió de tristeza, pero eso es un secreto. Los soldados fueron a la casa de Pablo y destruyeron todo. Sus conchas, sus libros, sus pertenencias. Era una casa muy bella, en Isla Negra. Ahí tiembla cada veinte minutos. Deben ser los suspiros de Pablo, recordando mejores tiempos.

Los soldados mataron a mucha gente. Ellos decían que poquitos, pero mentían. Muchas personas tuvieron que salir de Chile e irse a vivir a otro país. ¿Te imaginas? Irte de un país, que es largo como un fideo, llevándolo nada más en el corazón? Las mamás y las esposas de los desaparecidos los buscaron por todas partes, pero los soldados no querían decirles dónde estaban. Los soldados prohibieron que la gente protestara o reclamara. Prohibieron la música de Víctor y los poemas de Pablo. Le prohibieron a la gente los recuerdos de Allende. Prohibieron poder elegir. Y Pinochet fue presidente de todo aquello, de los desaparecidos y de las prohibiciones. Fue presidente durante veinte años, sin que hubiera elecciones. Chile ya no era una democracia, sino una dictadura. Los únicos contentos eran los ricos. Y como Nixon ahora estaba contento con Chile porque ya no estaba Allende, volvió a prestar dinero.

Otra vez hubo en Chile hambre. Otra vez, hubo en Chile pobres. Otra vez hubo en Chile niños enfermos sin atención médica. Pero a los ricos eso no les importaba; estaban felices porque eran cada vez más ricos. Todos esos años, Pinochet fue presidente o, mejor dicho, dictador.

Cuando Pinochet se hizo viejo y hubo otros presidentes en Estados Unidos, decidieron hacer un cambio y Pinochet dejó de ser presidente, aunque quedó, de por vida, como diputado. Desde ese tiempo, se han elegido dos presidentes. Uno se llamaba Patricio y otro Eduardo.

Los chilenos nunca se olvidaron de Allende ni de sus desaparecidos. La mitad del pueblo recuerda con cariño a su buen presidente; la otra mitad, no tanto. Hace poco, un juez español, que se llama Baltazar Garzón acusó a Pinochet, por cruel e inhumano, que es otra forma de decir torturador. Lo acusaron por todo lo que hizo. Y, esta vez, al que cogieron preso fue a Pinochet. Muy pronto, si todo sale bien, lo van a enviar a España, para que le hagan un juicio y responda por todo lo que hizo, desde el asesinato de Allende hasta el último desaparecido.

Allende una vez dijo: “Así se escribe la primera página de esta historia. Mi pueblo y América escribirán el resto”. Pareciera que se está escribiendo.

Nota de Sole: Esto lo escribí hace unos tres años. También podría llamarse Cuento para mi Santiago que aun no ha nacido.

5 gotas de lluvia en “Y tendremos pa’toitos, abrigo, pan y amistad…”

  1. Floriella dice:

    Ya te iba a decir que se lo iba a pasar a mi enana para que lo leyera, pues estoy segura de que lo entenderia todo. Tu historia de la historia es un regalo, Sole, de verdad. Gracias!

  2. tugocr dice:

    Bonitas tus dos conmemoraciones.

  3. Dean CóRnito dice:

    Igual que Flory, pienso leerle la historia a mi enano. Se que la escribiste para tu Santiago, y por eso el mío también la podrá entender.

    Lamento, eso si, ser el aguafiestas. Yo creo que más pronto se va a morir el Pinochet que lo que lo va a alcanzar la mano de la justicia. ¡Lamentablemente!

  4. ilana dice:

    Sole, igual pienso leerle esto a mi enana (en algún momento futuro… es una cuestión delicada porque ella es un poco «death obsessed» y siempre está reclamando que Bush deje de matar a la gente.

    Es interesante eso del silencio. Cuando vivía en Argentina me quedé un tiempo con una familia cuya hermana había sido desaparecida, no puedo pensar en esto sin pensar en ella y en los malditos que obraron juntos entre sí mandando a los niños de un país para ser adoptados en otro para que fuera casi imposible que las familias jamás los recuperaran. Casi no hablaban de ella, aunque eso sí, tenían un retrato de ella a los 18 (su edad cuando desapareció) todavía en la pared, siempre viéndonos, siempre protegiendo con su sacrificio.

  5. el quinto jinete dice:

    ¿Estamos en huelga?

Y vos, ¿qué pensás?