Hace un par de meses, el buen Yuré me había sugerido llevar una bitácora de sueños. Tarde, como siempre, me he decidido a hacerle caso.
Podría contarles, por ejemplo, que hace tres noches tuve un sueño húmedo-versión fememina (que, no se equivoquen, no es precisamente de florcitas y romantiquerías, sino como los de todo el mundo: a lo que vinimos) con uno de los lectores masculinos de este rinconcito escondido de la cyber carretera. Que sé que era uno de ustedes, porque se identificaba claramente con su id bloggero. Que reconozco que, según Freud, no es necesariamente que le lleve ganas al sujeto del sueño sino que puede ser una representación onírica de Pico de Oro en esos simbolismos cabronamente traviesos que tienen los sueños. Que me dejó perturbada y con ese susto-mezclado-con-pena de los lances de una noche, de ver cara a cara, algún día, a dicha persona.
Podría contarles los detalles escabrosos. Los más bajos y los más perversos y que todos votáramos para decidir quién, quién era el del sabroso performance de mi sueño.
Pero entonces haría públicas cosas que no sé si quiero que además de nosotros (el del sueño y sho), lo sepa el cyberuniverso.
Así que mejor no.
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