Cuando salimos de aquel lugar, llovía a cántaros.
Esperamos unos 10 minutos, pero nada. Entonces me dijo:
“¿sabés? me hubiera traido el paraguas del carro…”
Yo, que no quería mojarme, aproveché para el reclamo:
“¿Y porqué no te lo trajiste? ¡Yo te lo dije antes de venirnos para acá!”
Hace un silencio y achina los ojos y me hace la sonrisa a medias que tanta inestabilidad me ha causado y me dice:
“¿Cuándo has visto a John Wayne con paraguas?”
Enciende un cigarro con el mejor estilo de los malos del viejo oeste, la pistola más rápida de este lado del Virilla, el hombre viril, rudo, indomable y sin sentimientos que le gusta pretender que es, y empezamos a caminar- no a correr porque eso es para pendejos- bajo la lluvia fría. Y a dos cuadras me dice en otro tono:
“Mi tata me pegaba cuando me veía con una sombrilla”
Y entonces, por respeto al trauma, nos mojamos.
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