Tanto silencio, según yo, me confirmaba el tácito final del idilio raro.
Tampoco es que me sorprendiera, porque siempre he tenido muy claro,
que en el mundo en que el vos sos príncipe, las mujeres como yo,
sin pedigree, nunca pasamos de ser sirvientas.
Tampoco es que me sorprendiera, porque siempre he tenido muy claro,
que en el mundo en que el vos sos príncipe, las mujeres como yo,
sin pedigree, nunca pasamos de ser sirvientas.
Pero te llamo por el sadomasoquismo de la confirmación y el desprecio.
Y entonces me das razones y me pedís tiempo.
Así somos los arrastrados. No tenemos remedio.
Yo, acepto: “De acuerdo. Me espero”.
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