Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

¿Qué se siente?

A veces se siente como si de repente me hubieran secuestrado de mi vida para ponerme en medio de una guerra que yo sabía y no sabía que existía y es cruenta y a cada lado caen mujeres muertas y hay mujeres enfermas y todas se llevan la mano al pecho, donde hubo tetas y ahora tienen implantes, cicatrices, prótesis, ganglios enfermos, músculos dañados, metástasis.

Sin tiempo para ajustarme, correr y correr entre todas ellas y sus ojos tristes y sus deseos de que sea cualquiera de nosotras la que se cure, la que se salve. Y de repente, abrir los ojos y estar de nuevo en mi vida pero sabiendo que eso está pasando y querer subirme en una caja de madera en media avenida central y decirle a todos: “Nos está matando. El cáncer nos está matando. Es verdad. Le pasa a la gente, le pasa a las mujeres, me pasó a mí. Nos está pasando. No es solo un titular ajeno en un periódico”

A veces se siente culpa de ser ese caso de uno en un millón que agarran tan a tiempo, sin consecuencias, sin tener que hacer rehabilitación, quimio o radioterapia, sin ver nunca mis movimientos disminuidos, sabiendo que yo voy hacia la salud y no hacia la incertidumbre, que lo peor, lo más duro, y pasó y que no me tengo que preparar ni guardar fuerzas para lo que viene. Se siente la culpa de porqué sobrevivir yo y no las otras. Del porqué yo que no tengo hijos ni amarras a la vida. De otras se lo merecen mucho más que yo. De tal vez yo si habría soportado una quimio o una radio o hubiera sufrido menos gente alrededor mío.

A veces se siente una cosa estúpida, una sensación de redención, que por haberme pasado a mí, los míos y los cercanos están a salvo. Yo fui la estadística. Yo desarrollé el cáncer para que a ustedes no les pase. Pero la realidad nos alcanza a todos y de las estadísticas no se sale nadie: una de cada doce mujeres costarricenses tendrá cáncer de mama. Es el cáncer que más nos mata.

A veces me siento harta y cansada de ser tan fuerte y siento rabia e impotencia y no quiero ser paciente y quiero que todo esto termine ya y volver a nadar y a correr y a brincar y a usar mi ropa sin estar pensando si se manchará o no con las cremas, si se verá o no este top que tengo que usar 24 horas al día, sabiendo ya qué tipo de brassiere me quedará bien, con los implantes ya integrados al cuerpo y sin esa consciencia constante de que ahí están, ahí están. Ahí están y no soy yo, no son míos.

A veces me siento como ese día en la piscina que mi profesor me explicó, que a veces uno ya se siente bien y el cuerpo no. Pero el cerebro es tan fuerte que le hace creer al cuerpo que sí puede y le manda adrenalina y el cuerpo da lo que el cerebro cree que puede dar y es ahí, justo ahí, cuando se puede volver a lesionar y peor que antes. Por eso, hay que ir despacio, despacio, aunque sienta que se siente bien, despacio. Haga caso. No use el brazo del lado del pecho irradiado. No levante cosas pesadas. No se exponga. Despacio. El cuerpo se recupera despacio.

A veces me siento que me quiero morir y me lo repito como un pensamiento intruso una y otra y otra vez. Como un mantra. Y no es que me quiera morir ya o en forma inmediata. Quiero que esto termine. Quiero que el universo entienda que estoy cansada. Quiero que sepa que me di cuenta que mis pechos eran mi casa y ahora, cada vez que me veo en el espejo, no reconozco a la del reflejo. Eran mi casa y alguien entró y quemó a uno de ellos y ahora veo una cosa retorcida, cubierta por un grano y no sé si eso volverá a tener forma de lo que era mi pezón. Era mi casa y estaba ahí, como el aire y yo ni siquiera lo pensaba y ahora tres veces al día me veo las cicatrices y pienso que los pezones quedaron intactos, de museo, que nunca más volverán a crecer a su propio antojo ni a asombrarme. Era mi casa y ese incendio puede ser que acabó con su pintura y que tenga yo después que pintarlo artificialmente.

A veces se siente un berrinche insolente e infantil. Quiero que me devuelvan mi cuerpo, con todos sus defectos. Quiero que esto no me hubiera pasado. Quiero que no haya cáncer. Quiero que todo sea como antes.  Quiero mis pezones de vuelta. Quiero amamantar al hijo que no he tenido. Quiero volver a ser yo, sin plásticos, sin radiaciones, sin cicatrices. QUIERO QUE ME DEVUELVAN MI CUERPO.

A veces se siente que uno es una malagradecida, porque lo cierto es que fue a tiempo. Quedé viva. Una en un millón de mujeres enfermas. Yo soy esa una.

A veces se siente entusiasmo y ganas de hacer algo por los demás y pienso en hacerme mi hojita de instrucciones con los números del oncólogo, de mi doctora, del centro de radiología. Una explicación de qué se siente y cómo se toma una decisión. De qué es lo que viene. Un paquete, un kit para cirugía de mama:

  • La almohada en forma de cuña para dormir semi sentada después de la cirugía
  • La toalla especial de natación para las duchas post cirugía
  • Una esponja suavecita para esos mismos baños
  • Gel de baño porque el jabón es más incómodo
  • Con un plus adicional si la mujer es religiosa
  • Pantalones de pijama
  • Libros, muchos, bonitos.
  • Pelis, netflix o cable.
  • Sopitas

Ofrecerme a enseñar mi cirugía tantas veces como sea necesario para que la paciente tenga paz. Que toque lo que quiera, que me pregunte lo que quiera. Que sienta lo que quiera. Que sepa que yo también tuve mucho miedo y me puse a hacer cosas locas. Que llore. Que se ría. Que sepa que estas cosas hermanan, como cualquier otra tragedia. Ofrecerme a contar qué me pasó y cómo lo viví y cómo lo estoy procesando. Decirle que no está sola. Que no sienta vergüenza. Que eso no es un secreto oscuro ni un esqueleto en el ropero de la vida.

A veces se siente un agradecimiento profundo por todo lo que pasó, por encontrarlo a tiempo, porque todo salió bien. Por la gente que rezó por mí y por no haberme burlado de eso. Por entrar al quirófano sintiéndome acompañada y rodeada de cariño, tranquila. Por toda la gente que estuvo al lado y me acompañó y me conmovió con su cariño. Porque todo esto trajo otras cosas, incluyendo soltar viejas rabias y resentimientos y dejar caer, por fin, una cadena muy pesada que llevaba sosteniendo hace años. Porque me hizo mejor persona y me hizo bien y me ayudó a ser más yo y menos el azar.

3 gotas de lluvia en “¿Qué se siente?”

  1. Servio Escudroj dice:

    Muy lindo artículo. contá con mi apoyo en lo que pueda ayudarte.

  2. Gabriela dice:

    En un momento muy duro de mi vida, cuando veía que las cosas a mi alrededor se movían sin que nadie pudiera hacer nada más que mirar y esperar, también pedí más de una vez: quiero mi vida de vuelta. Y mi vida regresó, pero diferente, con un vacío, un eterno extrañar. Con sus más y sus menos, estás acá, dispuesta a burlar las estadísticas y a gritar y contar tu experiencia para que otras también sean parte de esa detección temprana.

  3. Flor dice:

    Me encanto. Y me super alegra tanto aprendizaje que ha traído a tu existencia. Un abrazo.

Y vos, ¿qué pensás?