Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Muro de Berlín (o de como Sole expone su ignorancia)

Hoy se conmemoran 45 años del muro del Berlín. De chiquilla, yo sentía una envidia enorme cuando Mímí, con voz de enciclopedia británica o de documental sentenciaba “Ve vos lo que es la vida: me ha tocado vivir dos guerras mundiales, la de Corea, Vietnam, una revolución aquí, una en Cuba y otra en Nicaragua. Vi morir a Gardel y a Fidel tomarse un café en la Soda Palace. Conocí a Calufa y a la Niña Isabel, esa, la de los cuentos de Carmen Lyra. Quiera Dios que no me toque ver la tercera guerra” y se volvía, con una sonrisa maldosa, a enrrostrarme mi ausencia total de protagonismos histórico pasivo “Y a vos, madrecita, qué te ha tocado?”
Yo, picada a más no poder, me exprimía el cerebro para poder defender el orgullo, pero nada. Para esas alturas el mundo era mundo y no había cambiado en los 12 años que llevaba yo dando guerra. Suspiraba resignada pensando en la enorme suerte de Mimí y la ausencia total de eventos que me permitieran, cuando tuviera nietos, relatarles experiencias propias y no tener que recurrir a las de su biscabuela.

Trataba se sacarle rebajas “No mienta Mimí que la primera guerra mundial empezó en 1914 y usté iba apenas naciendo” y ella me rebatía magistralmente “Dejá de hablar mierda porque en el pasaporte dice que nací en 1900, y aunque hubiera nacido en el 14, la guerra duró casi cinco años y yo desde los tres me acuerdo”.

Repasando libros para intentar ganarle en algo a mi abuela, descubría con profunda consternación que todo aquello que era digno de contar y óptimo para estar rajando, había ocurrido en tiempos de Mimí, quien de fijo estaba al tanto porque no había día que con sus anteojos de culo de botella- se había lastimado los ojos de tanto leer a la luz de candelas- Mimí no consumiera con calma y con paciencia unos tres periódicos. Eso le permitía, en las tertulias que se armaban en las mañanas donde Abel, el verdulero, opinar y dárselas de muy versada en historia, asuntos actuales y política internacional y zanjar cualquier discusión con una opinión dada con suma autoridad.

Para 1989, se volteó la tortilla. Ese día, sal salir de la Universidad, apenas entré a la casa, con mal disimulada humildad y como quien no quiere la cosa, le dije a Mimí “Viste lo del Muro?”. Casi se atraganta con el café, pero mantuvo la cara firme. “qué muro ni que albarda vieja…”. Y yo “Mimí, se cayó el Muro de Berlín…”. Ah! El silencio! La prueba irrefutable que Mimí no sabía de lo que yo le estaba hablando. Pero me equivocaba yo. Ella me regalaba el silencio, la falsa noción de victoria. En realidad, Mimí lo estaba disfrutando “Y hasta ahora te das cuenta? Llevan semanas las manifestaciones en eso. Ya era hora que te tocara vivir algo histórico. Se va a caer el comunismo. Vas a ver. Me lo huelo”.

El Muro, por alguna extraña razón, ejercía en mí una mágica atracción. Yo devoraba todos los relatos de los valientes que trataban de atravesarlo y dedicaba horas a pensar en métodos infalibles de escape. Quería saber cómo se vería aquello, dos mundos separados apenas por una pared.

Por esa curiosidad es que supe de la famosa vez en que Kennedy dijo, antes un montón de alemanes emocionados, y en alemán, que él era un pastelito, traducción que sus detractores le han querido dar a su frase histórica de Ich bin ein Berliner, pensando que un Mr. President de los Esclavos Unidos puede ser así de baboso como para irse a Alemania sin llevar asesor o traductor al alemán y rajarse a decir LA frase de cierre para en lugar de unirse solidario al sentimiento de ser berlinés dejarse decir que él es una dona rellena de mermeladita.

Y hasta hace poco y lo traigo hoy a colación debido al aniversario, yo juraba que Berlín quedaba justo en el centro de Alemania (la de antes de la guerra), gracias a que lo metódico que mundialmente se les reconoce, por estereotipo o no, a los alemanes. Y entonces, al poner el muro, los comunistas se habían aprovechado de tan curiosa locación para partir el país en dos. Los mapas que yo veía se veían más o menos así:

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Pero ojo. Ese mapa es solo de BERLIN. No de la Alemania entera. Con la reunificación, el cable, el aggiornamiento de los mapas, los dichosos que han viajado y me han contado y la curiosidad, describí que Berlín queda y ha quedado siempre más bien hacia arriba y a hacia la derecha. Si hubieran pasado el muro que dividía al país por el medio, la antigua República Democrática (que era precisamente la roja) hubiera sido una mirrusca. Entonces no me explicaba yo para que un muro en medio de una ciudad que antes de 1989 estaba justo en el medio de un país comunista.

Entonces, recientemente y gracias a la gentil ayuda del Antídoto, descubrí que el muro no solo pasaba por en medio de Berlín, si no que lo rodeaba completo, como se ve en este mapa, donde además se aprecia cómo etsuvo ocupada Alemania. El puntito blanco de arriba es Berlín.

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O sea, fueron una ciudad sitiada por años. En medio de la Europa comunista (Aus der mitte Europas, como dicen en la Deutsche Welle), había un remanso de capitalismo, con todas las ley de ciudad consumista de fuerte contraste con el gris standardizado, la igualdad impuesta y lo parejo del régimen, en la calle que quedaba al otro lado de la pared. A mí me parece que así, la cosa cambia. No sé exactamente porqué, pero cambia.

Y les cuento para que a diferencia mía, no hagan el ridículo si hoy, por dárselas de sabihondos, participan en una conversación sobre el tema. Y si ya sabían, no hace falta tampoco que me lo echen en cara.

7 gotas de lluvia en “Muro de Berlín (o de como Sole expone su ignorancia)”

  1. marcelo dice:

    Sobre la pelotita de masa con mermelada que era presidente de los EE.UU…

    Es curioso como una cosa que uno de zampaguabas crea que es tan típica alemana, no lo es tanto. Es tan tan típicamente alemana que ni siquiera un único nombre le tienen en aquel país.

    Si uno está en por el lado del río Neckar o el Rin, y pasando por el Danubio, la pelotita de masa se llama «der Berliner».

    Pero si uno va más para el lado de Bavaria, allá donde les metieran cuatro a las perras amaestradas, la bolita se llama Krapfen, Kreppel o Krebbel.

    Si uno en cambio se va para el lado sur del Tirol de pronto se dice «Fraschingskrapfen».

    Pero en la región conocida como Ruhr la masita con mermelada se llama «Berliner Ballen».

    Y en Saarland (por allá pegando con Francia) solo le entienden a uno si uno logra decir Fastnachtsküchelchen.

    Ahora, si uno está en Berlín, frente a la puerta de Brandenburgo, pronunciando un discurso — incendiario o no, según el punto de vista — y dice «ich bin ein Pfannkuchen» entonces el público en lugar de aplaudir y gritar emocionados, probablemente se muere de la risa por decir uno que es una bolita de masa con mermelada de frambuesa dentro.

    Ahora, solo para hacerlo interesante, en la región del Neckar y los otros, un Pfannkuchen es un panqueque. A su vez, en donde el Berliner se llama Pfannkuchen, el panqueque se llama Eierkuchen o menos frecuentemente Plins. Los Krapfen de otro lado no son tal cosa en Berlin, pues allá se usa la palabra para denominar a una bolita de masa sin la mermelada, en tanto no se trate de un amorfo Kameruner. Un poquito más al sur de Berlin eso mismo se llama Kreppel. Lo que nosotros llamamos buñuelos (creo, porque acá nosotros añadimos al enredo) en esa región se llama Krebbelchen.

    No es complicado en tanto uno no se pase de un lado del río equivocado al otro, y de pronto lo miren feo al pedir un Berliner, Pfannkuchen, Krapfen o Kreppel.

  2. Buitre Desahuciado dice:

    Leyendo me di cuenta de dos cosas.

    Hará cosa de cuatro años o un poquitín más yo había empezado la cronología de mis hitos internacionales desde que el doctor, o la enfermera me cortó el cordón que me ataba indeleble a mi madre. Sé que no son solamente míos, pero han ayudado a criar y a tener un criterio propio a este mechudo que escribe.
    Pareciera que todos necesitamos saber o tener conciencia que se participa de esas cosas que cambian (para bien o mal)viejas visiones de la humanidad. Vivirlos indirectamente y saberse parte del mundo, o algo así.

    La segunda cosa que noté fue cuando dijiste eso de «qué muro ni qué albarda vieja», que me recordó que mi abuela (una chiquilla linda de 80… ¡81! años)también usa. Y eso me hizo sonreir y leer con más cariño esto que vos decís.

  3. Eduardo Mora dice:

    Siguiendo el sistema de tu abuela para «presenciar» algunos hechos históricos, el suscrito ha sido testigo de:

    La Primavera de Praga y la invasión rusa en Praga
    La revolución del 68 en París.
    Woodstock
    La llegada del hombre a la Luna
    La separación del los Beatles
    Watergate y el final de la guerra de Viet Nam
    Trescientos setenta y cuatro golpes de Estado en Latinoamércia y Africa.
    El rescate en Entebbe
    La Presidencia de Carazo!!!!
    La muerte de Franco y el destape español.
    Y esto sólo en los 60’s y 70’s

  4. Humo en tus ojos dice:

    … como una islita…
    Marcelo me hizo recordar porqué el alemán se sitúa hoy en la lista de actividades en las que califico como abandónica…

  5. Beryl dice:

    En 1989 yo tenia apenas 6 años y me acuerdo perfectamente de la caida del muro de Berlin y toda la resonancia política que surgió a raíz de eso.
    Eso es algo raro para una carajilla de 6 años , pero eso pasa cuando la abuelita te leía el periodico para entretenerte en lugar de ponerte enfrente de un televisor.
    Me parece extraño que tu en esos tiempos estando mas grande que yo no te hubieras dado cuenta.
    Pero para eso estan las abuelitas que siempre son una enciclopedia y saben de todo.
    Tu blog esta muy bueno y felicidades por haber salido en PROA de domingo 27/8/2006

  6. Anonymous dice:

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  7. Anchas Alamedas » Blog Archive » Sole Aktivistin/Sole activista dice:

    […] después, frente a la puerta de Brandenburgo, en el mismo lugar que John Kennedy dijo “Ich bin ein Berliner” , había una tarina enorme y un montón de gente.  De repente estábamos en medio de una de las […]

Y vos, ¿qué pensás?