Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

El peso

Es cierto que el día es más pesado con Pato a la par. Y ha sido difícil encontrar una rutina para bañarlo, para vestirlo, para hacer las tareas, para estar con él, para dormirlo. Seguimos probando esquemas a ver qué funciona mejor.

Es más pesado que llegue a mi escritorio o a mi oficina- como le dice él- cada vez que quiere comer una galleta o una fruta. Cada vez que quiere enseñarme algo o invitarme a jugar punto. Por la carrera y por temas de espacio, mi “oficina” no tiene paredes ni puertas. Se armó en un rinconcito, por partes, al ritmo de la emergencia.

Llevamos dos meses y medio en la casa, dos meses y medio de esto mismo, todos los días. Además de ver su fragilidad, de verlo aparecer a media noche a la par de mi cama abrazado a un peluche, de rogarme que no me vaya antes de que se quede dormido, de berrinches más frecuentes, de ojeras de bebé. De pedirme que juguemos a que está en mi pancita y a punto de nacer, de pedirme que le ponga pañales, que seamos mamá mono y bebé mono, mamá bombero y bebé bombero, o las Frozen, él siempre de Elsa y yo de Ana.

De responder preguntas: porqué no me llevas. Porqué sales si hay coronavirus. Porqué no puedo ir a ver a mi Tita y a mi Nonna. Porqué no puedo ir al kinder. Cuándo voy a poder volver a jugar afuera. Cuándo voy a ver a mis amigos. Cuándo se va a ir el coronavirus.

Ya todos estamos cansados de la pandemia y hablamos de volver a la normalidad, como si fuera una decisión. De volver todos a la oficina, como si el solo hecho de exponernos, hiciera retroceder al virus o perdiera letalidad. Como si al virus le importara.

Yo no puedo volver a la normalidad de mi trabajo porque en mi casa no hay normalidad. Mi normalidad depende del curso lectivo, de saber que se monta en un bus y llega hasta la tarde. De saber que está bien y protegido. Que no está en este estado de fragilidad que todo el mundo niega diciendo que los niños no se dan cuenta de nada.

Tantas veces te repiten que los hijos son una carga que corre uno el riesgo de terminar creyéndolo. Que pobrecitas nosotras que tenemos hijos pequeños. Sí, es más difícil. Y lo ha sido desde siempre. Pero es una decisión de vida. Yo me quejo,  sí, pero no lo cambiaría por nada. Y si por mantenerlo fuera necesario no dormir, renunciar o hacer cualquier cosa, lo hago.

Sí, es pesado, pero se hace por amor y eso le quita el peso. Como es pesado atender a un ser querido enfermo, humano o animal, pero se hace porque lo que importa es el amor y no el peso.

Además, con los hijos, dura tan poco… Es temporal, porque cada día él me necesita un poco menos. Llevo dos meses y medio conociendo a mi Patito, una personita que hace chistes, me vacila, tiene opiniones, comentarios que yo, en mis carreras, ni cuenta me había dado que me estaba perdiendo.

Mamá, cómo se queda dormido el cuerpo?

 Mamá, a dónde vamos cuando nos dormimos?

 Mamá, yo estaba muy triste cuando estaba en la pancita de la otra muchacha.

 Mamá, yo los escogí a ustedes como mis papás.

 Mamá, somos una familia

Anoche le dije: Sabés? Mañana en Costa Rica, las personas se van a poder casar con quien ellos quieran, hombres con mujeres, mujeres con hombres, hombres con hombres, mujeres con mujeres…

Ya se estaba quedando dormido.

Ah sí? Y antes porqué no podían si se quieren?

 

Y vos, ¿qué pensás?