Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

En media pandemia

Se me ha hecho eterno ese momento de estar en media pandemia. Es una mitad que no se corre, no avanza, no lleva a ningún final. Estamos detenidos y han pasado casi tres meses. Esta es una forma nueva de perder la noción del tiempo. No la conocía yo. No me asusta, me resulta más bien extraña, como ver luces que se mueven en el cielo.

Pato ya no se orina en la cama, pero sigue arrastrando su peluche a todas partes. Tiene la mecha mucho más corta, se enoja con frecuencia, no quiere salir a ningún lado. Llora cuando alguno de los dos tiene que salir y por alguna razón no le puede decir adiós. Siente que al despedirse nos protege. Sigue durmiendo agitado, probablemente con pesadillas y anda ojeroso. No le interesa mucho la videollamada con los amigos. Tampoco quiere hablar con los abuelos por teléfono. Tiene el pulso perfecto para interrumpir en cada una de mis llamadas de trabajo, usualmente para preguntar con urgencia con quién estoy hablando o si puede tomar agua.  Hacemos las tareas y el otro día, jugando a la escuelita, me preguntó: Frau Mama, cuándo podremos volver a jugar afuera?

Volvimos a nadar. Una hora al principio. Ya vamos por 90 minutos. Nos abrazamos debajo del agua. Nos distanciamos. Procuramos saludarnos de lejos con besos volados y gestos de abrazos. Me duele todo el cuerpo. Soy la más lenta de todo el grupo pero me acuerdo de dos cosas: si volvíamos, prometí no quejarme nunca más. Y además, siempre he sido muy lenta en recuperarme, sobre todo de cosas que tienen que ver con el cuerpo. Ahora estoy tratando de dar la vuelta cada vez que nadamos libre. Me sale bien una de cada 10. Normalmente la termino de dar y abro los ojos desorientada para ubicar hacia dónde me quedó el cuerpo. Me duelen todos los músculos del tórax. Yo pensé que la sensación de regresar iba a ser única, diferente. Pero fue como si nunca nos hubiéramos ido. Volver a ver el cielo, las nubes, sentir el agua, el movimiento. Me hizo sentir otra vez un poquito más yo y menos esto que he venido siendo en esta crisis.

Soñé con vos el otro día. Nada sexual. Ibas por mí y en el carro nos reíamos de chistes tontos. Me llevabas a la casa de tu familia, roja, de madera, en un alto, con un balcón grande que daba al bosque y el cielo nublado. Hacía frío. Y me presentabas a tus hermanas y a tus papás- que no sé si existen- y me recibían como si me conocieran de siempre y me daban comida a probar para que les dijera si algo así serviría para la venta. Nos quedábamos toda la tarde. Yo sé de los simbolismos. Sé que no sos vos lo que me hace falta. Ni sé hace cuánto no te veía antes de todo esto. Es la vivencia. Es la añoranza de estar con gente y sin miedo.

También he pensado mucho en cuando tenía 20 años y decía siempre que no me gustaba que la gente me tocara. Y es cierto. No soportaba ni soporto a la gente pega. Y en aquel momento, ni siquiera un abrazo. Con todo esto que ha pasado llego a la conclusión que todos necesitamos abrazar y que nos abracen, que nos toquen. Y que la gente como yo, lo que no quería era sentir un abrazo para después perderlo. No era repulsión, era dolor. Miedo a un dolor aun más grande. Un juego maldito: ansiar cariño sin capacidad de dar amor. Ansiar piel pero rechazarla por miedo.

Sueño también con que tenemos otra casa, parecida a esta, pero distinta,  a una cuadra. Nadie vive ahí y nunca entiendo porqué la tenemos abandonada. Fuser vivió ahí y a veces viene o lo veo en el barrio, como si se hubiera escapado. Esa otra casa siempre está oscura, con el zacate crecido, un poco de hongo en la pintura. Por dentro es más pequeña que esta, pero me la imagino más grande. Es ver la casa de mi prima, un lugar conocido y seguro. Tiene muebles. ¿Porqué tengo dos casas? ¿Porqué sueño tanto con ella?

Ya no veo la conferencia de prensa. Solo sigo el rastro de los casos nuevos. Ya me estabilicé y todos los días pienso en todas las personas que se descompensaron y siguen descompensadas con esto. Pienso en cómo queremos volver a una normalidad cuando todo se puso patas arriba, incluso nosotros mismos.

Dame un abrazo.

Y vos, ¿qué pensás?