Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

117 contagios, 2 muertos, 3 recuperados, entre ellos, 1 embarazada

Me desperté a las 2:30 de la mañana. Por el momento me estoy ayudando a dormir con gotitas, porque necesito obligarme a dormir y descansar. Llevo varios días en que no logro enfocar bien la mirada, entonces leer el teléfono a esas horas es casi imposible. Todo lo veo borroso. Traté de obligarme a dormir, porque todos necesitamos dormir y no quiero asustar más a nadie. Y lo logré, por un par de horas.

Pato llegó a despertarme. Marce salió a correr. Trato de abrazar y besar mucho a Pato y acceder a los juegos que él quiere jugar. Me pregunta cuándo vamos a volver al kinder, a la piscina, cuándo va a volver a ver a los amigos.

Le respondo que pronto. Y por dentro me debato en pensar que no sé a ciencia cierta cuándo. Y por otro lado pienso que sí, que pronto, que después de Semana Santa. Le dije a Pato que vamos a hacer un almanaque como el que hicimos para Navidad o para marcar la entrada a la escuela, para ir contando los días del regreso, pero se me olvidó. Espero hacerlo mañana-

Cada vez que me levanto, me veo en el espejo, quiera o no, porque me queda al frente. Hoy me vi un poco demacrada.

Tiene sentido, porque aunque aun no falta nada, siento como que tengo que comer poco, no por el peso, sino para que rinda, para que Pato tenga más- que tampoco le falta- para que la reserva alcance. Hoy Marce cocinó de ahí y me sentí incómoda. El me dice que si no la usamos, se va a poner mala. Yo le digo que mejor usemos lo que tenemos normalmente en la alacena y tratemos de no tocarla.

Hice mis ejercicios. Me bañé. Desayuné en calma.  Me senté a trabajar un rato. Por dicha aun tengo cosas que hacer, bastantes.

Una amiga puso en FB un post muy sentido de la falta que le hace ver a su mamá y abrazarla. Ellas son muy unidas. Cosas mías, pero sentí que estaba triste y chatié con ella un rato, diciéndole tonteras, riéndonos como siempre lo hemos hecho. Eso le levantó los ánimos a ella y a mí.

Salieron leyes nuevas, dos. Ayer hice los resúmenes. Ya siento los problemas para concentrarme, un poco, tal vez por ser sábado, siento inconscientemente que no debería estar haciendo eso. Que el sábado es piscina, música con Pato, luego piscina de nuevo, luego almorzar los 3 juntos en algún lado y una tarde tranquila. Pero esto es por mientras tanto,  estamos bien.

Imprimí unos dibujos de Pascua para que Pato y yo pintemos. Yo saco mis lápices, una caja preciosa de 48 ordenados por tonos y Pato no lo puede creer. La diferencia es evidente con su cajita de 12 lápices chinos. Me pregunta-no, me dice- que los míos son para compartir. Pienso en decirle que no, porque no quiero que me los desordene, pero no es momento para ponerse en egoísmos miserables.

Y luego, en la tarde, una pequeña crisis. Me pasan un mensaje de la oficina diciendo que harán una limpieza profunda, que tengo que ir de inmediato a tapar los equipos y guardar mis documentos. Pregunto si el mensaje es para mí y me dicen que es para los líderes de cada equipo. Yo no soy líder- respondo. Sí, pero nadie se está haciendo cargo de tu oficina. Le pregunto a mi jefe y no sabe nada. Le pregunto al médico y me dice que vaya en una carrera. Me pongo manga larga, cojo bolsas de basura y unas granadillas para mi mamá y me voy.

Al llegar a la oficina, está llena de gente, todo el mundo cubriendo cosas. Es el peor escenario que me imaginaba. Recojo las cosas de mi oficina muy rápido y cuando voy saliendo, veo a Claudio en la de él, con una enorme paciencia, cubriendo las suyas. No lo puedo dejar solo y me pongo como huracán a recogerle todo. En cinco minutos terminamos.

Entra el socio más viejo de la oficina, a hablar con Claudio, a quejarse de todo. De importancia: insiste en que se mantengan los salarios hasta donde se pueda porque la gente depende de eso. Yo trato de no meterme, pero es imposible no oírlo. Por dentro lo apoyo y me alegro. También lo veo mucho más avejentado que hace dos semanas. Le cuesta respirar un poco, siempre ha sido fumador. Siento esa certeza que él podría ser víctima de la pandemia.

Claudio está tan tranquilo y tan animado como siempre, la roca que siempre ha sido para mí. Su sonrisa, mi ancla. Me dice Alita, me trata con cariño, me pregunta por Pato. Me cuenta que de niño, en sus pesadillas entraba al sótano de la casa y ahí estaba el diablo y el volcán. Aunque nació en el año de la erupción del Irazú y no se acuerda nada de eso, le quedó en el inconsciente. Me lo cuenta cuando le digo que Pato ha tenido algunas regresiones, como estarse orinando o querer jugar de que es un bebé.

Le pido a Claudio que se cuide mucho y me dice que la hija ya pasó por ahí y le dio la enorme regañada. Entonces por respeto y por cariño no la duplico.

Estoy por irme y me devuelvo a ver la oficina del otro socio con el que trabajo, que recién habían abierto. Está llena de cosas. Lo pienso dos segundos y aunque se moleste, le empiezo a recoger las cosas. El llega. Tiene una discapacidad que nosotros, por la costumbre, ya no le vemos, pero es claro que entre dos o tres vamos a avanzar más rápido.

Estamos en eso cuando me dice: quién es la contagiada? La conocés? Cuándo fue la última vez que vino a la oficina?

Me quedo fría. No sé nada de un contagio y si hubiera sabido, no vengo. Ahora tiene sentido que ayer me preguntaran si habían un protocolo establecido en caso que alguno se contagiara. O el correo de la mañana diciendo que harían una limpieza profunda, que estábamos reduciendo a teletrabajo todo lo que se pudiera, que pronto habría un contagiado y metiendo a Dios en todo esto.

Pienso en si me lavé las manos antes de salir, en toda la gente que estamos ahí, en Pato, en Marce.

El me aclara: No es una contagiada, es una muchacha deL segundo piso que estuvo en contacto con alguien que parece que está confirmado.

El enojo y el asco que siento es intenso. Es odio. Porqué no nos dijeron? No es suficiente irresponsabilidad hacernos venir el fin de semana que la instrucción es quedarse en casa? Porqué no tenemos derecho a saber eso? Porqué no nos dejan decidir si queremos perder un monitor de mierda y papeles recuperables? Porqué juegan con nuestra salud y la de nuestras familias? Porqué el que convocó – que es el mismo que invoca a Dios- no está en la oficina? Porqué el que sabe la información tampoco?

Y, a la vez, tratando de calmarme: Esto no es nada. No es confirmado. No has visto a nadie de la oficina en dos semanas. Bueno, solo un día y un ratito. No la conocés. No vas nunca al segundo piso. No podés juzgar a los que no están.

Me monto al carro y llamo a Mauro. Me dice que podemos estar más o menos tranquilos, pero me da el protocolo: quítese la ropa en el garaje, todo a una bolsa. Lávese las manos y los brazos en alcohol, luego directo al baño y báñese como nunca, sobre todo el pelo.

Paso en una carrera donde mi mamá y tiro las granadillas por el portón. Por lo menos ya están usando el portón con llave. De camino, llame a Marce y le cuento lo que pasó, pido la bolsa, alcohol en el garaje, que cuando suene el portón se encierre con Pato en el cuarto.

Y sin embargo, cuando vengo de camino, a pesar el miedo y la cólera, me alegro de haber salido, de ver el sol, de llevarle algo a mi mamá que la alegre.

Me baño como para 15 días. Me paso tanto jabón que el cuerpo, completo, se siente seco. Me lavo el pelo 8 veces. 8. Y me quedo pensando si habrá sido suficiente.

Al final resultó ser 1 asistente que no conozco que estuvo en contacto con alguien que estuvo fuera del país pero que no se sabe si dio positivo. Los chismes de la histeria

Ya más tranquila, pienso que se me van a acabar pronto algunas cremas de la cara. Bueno, tengo más. Voy a poder probar todas las que me había comprado.

Me preparo algo de comer y veo que tal vez las tortillas no me alcancen para toda la semana. Normalmente iría al super. Ahora no. Si se acaban, pues como pan. Y hay galletas. Y sanísimo. No me voy a morir por no comer tortillas. Desde ya estoy viendo las cosas diferentes.

Estamos, un poco, como cuando llegó Pato. Las horas pasan tan lento ahora y entonces que lo bañamos en la mañana y en la noche para matar dos horas. A veces siento que Marce pierde un poco la paciencia con él y no lo culpo. Le recuerdo que hay que ser paciente. No sé de dónde estamos sacando tanta paciencia. Tampoco podemos estar viendo tele, porque lo poco que vemos son los programas que él puede ver y eso mal que bien es una limitación. Leer es una opción solo si Pato está durmiendo o si está jugando solo.

Pato está lloroncillo, por cosas que antes no lloraba ahora sí lo hace. Me hace una carta muy sentida y se emociona leyéndome lo que significan sus rayitas. Hay muchos Rayos McQueen

Leo algunos artículos, comparto una foto apocalíptica del sótano del Hospital de Nashville lleno de camas de hospital. Se lo enseño a Mauro y me dice “Ale, estamos en guerra”. No quiero pensar en eso, la verdad. No quiero.

Hoy salió la mujer embarazada del hospital y eso me alegra. Solo aumentamos cuatro casos, pero de eso no me quiero alegrar porque mañana, cuando haya un brinco hacia arriba, no me quiero desmoronar.

Esto no es nada. Nada. Es una incomodidad, nada más.

Hoy me comí una barra de chocolate-

Y vos, ¿qué pensás?