Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Nosotros, los imbéciles o Zapping, anotado y concordado

Uno de los pilares más importantes del periodismo –y de la vida– es la libertad de expresión. Sin embargo, así como lo deseó el rey de España, Juan Carlos I, a veces quiero decirle a muchas personas y medios de comunicación que se callen.

Yo me imagino que uno de los pilares más importantes del periodismo, es, además, la investigación. De haberla hecho, hubiera descubierto que Juan Carlos ya no es rey, es Felipe. Y además, que el antiguo Rey de España tiene a su haber una larga lista de incidentes sociales y diplomáticos precisamente por esa incapacidad de controlar sus impulsos y su bajísima tolerancia, en ese caso a un presidente constitucional de un tercer país. Ambas características, la mecha corta y estar conectado en directo al centro neural de los caprichos, y así caer en los berrinches, es propio de la sangre real.

Esta semana Diego Delfino, director del medio de comunicación Contexto, subió a su fanpage de Facebook una foto de un pickup con una bandera verde y blanca, mientras personas repartían botellas con agua en Upala.

Yo me fui en la finta cuando vi la foto. Igual que mucha otra gente.

Esto desató comentarios con frases como: «Qué pereza las ganas de estar buscando cosas malas en todo!!! Estamos en una emergencia nacional sea de donde venga la ayuda es más que bien recibida» ( sic ), a lo que Delfino respondió con: «¿La tengo harta? Qué raro porque no la vi comentando en los anteriores 30 estados dedicados a coordinar fuerzas para ayudar». Abajo, alguien aclaró: «Según entiendo son banderas de Limón FC, no de PLN. Es gente de Limón que anda apoyando por allá. Igual, considero que hacer una tormenta por esto es igual de politiquero».

Publicar la foto con un comentario que dice «diay no hay palabras…» no se puede llamar periodismo, ni se le acerca,

Como no pertenezco a ese selecto grupo, yo le pediría a alguien que me explique a qué sí se le puede llamar periodismo o dónde está la línea que divide la condición personal de la periodística.

a menos de que hablemos del nuevo periodismo: ese que habita en Facebook y en otras redes sociales. Ese que solo se sustenta de likes y personas que deben buscar a otros para tener una opinión.

Por nuevo periodismo, ¿se refiere a lo que han identificado como periodismo ciudadano? Me confunde cuando de seguido habla de que los gringos llaman click bait y que, en efecto, no tiene que ver con informar, tiene que ver con titulares engañosos que muchas veces no se relacionan con el contenido precisamente porque depende de likes y de opioniones de los otros.

 A la vez, no veo cómo una página personal- la de Diego- depende o se sustenta de likes y requiere buscar a otros para tener una opinión.

Ojalá les dijeran que esos otros no siempre son los adecuados.

Y cuáles son los adecuados? Quién tendría que decirles? Adecuados como quiénes? Como Kenneth González, connotado comentarista en La Nación?

Delfino aclaró la confusión de colores con otra foto en la que el Partido Liberación Nacional aclara que ellos no tienen nada que ver con el incidente.

No solo fue el PLN. Lo aclararon conocidos de los voluntarios de Limón que andaban en Upala donando su trabajo y también los mismos voluntarios.

Se equivocó, sí. Y lo reconoció. La Nación, con 75 años de trayectoria se ha equivocado con noticias, con redacción, con gramática, con ortografía, con redes sociales, con enfoques. A veces sin querer y ha tenido que rectificar. A veces, queriendo y con toda la intención. Y tiene derecho, porque es un medio privado, que tiene derecho a tener su propia agenda. Debería tener la obligación de reconocer que existe esa agenda, pero ese es enano de otro cuento.

El problema no es la foto en sí; es –irónicamente– la libertad de expresión.

La libertad de expresión no podría jamás ser el problema, si, como se indica al inicio, es un pilar del periodismo y de la vida. El verdadero problema en las sociedades modernas es la capacidad de abstracción o, más bien, su ausencia. También el problema es la poca práctica al momento de redactar para mantener el hilo y probar un punto sin recurrir a un ataque personal.

Y es personal. Porque habiendo tanto de dónde escoger en esas redes sociales, es curioso que le tire a Diego y no a los villanos conocidos, como las publicaciones amarillistas del Grupo Nación, el Diario Extra o el enemigo público número uno: CR Hoy.

Publicaciones como la de Delfino me generan crisis existenciales que no sé cómo resolver. Cómo le digo a alguien que se calle cuando creo que todos tenemos derecho a opinar.

Podés empezar, por ejemplo, por decírselo a la cara. Los problemas suelen solucionarse cuando la gente se habla respetuosamente, sin recurrir a las groserías propias de la realeza.  Además, uno de los pilares de la vida es que uno no ventea sus problemas con otros en público. Los habla primero con la otra persona.

Lo otro es buscar una forma de decírselo sin caer en esa opción imperativa de dar una orden con insolencia. ¿En qué te afecta que Diego – o cualquiera- opine y se equivoque y rectifique? ¿Es Diego- o cualquiera- el problema, o es tu poca tolerancia?

¿Será posible decirle a alguien que se calle con argumentos, con razones, con motivos, convenciendo en lugar de recurrir a la humillación pública?

¿Cómo le digo a alguien, que trabaja para el periódico más importante de este país, que el linchamiento público no es la vía?

Y si la preocupación es la ausencia de educación para pensar que todos percibimos del entorno, ¿cómo hacemos para que los medios sean menos farándula-basura y más educación? ¿cómo combatimos el contenido basura?

Cómo le digo a la yo de 19 años, que estaba entrando a la universidad con completa ilusión, que a veces el periodismo se nutre de personas que creen que basta tener un iPhone para ser héroes de la comunicación.

Aquí sí me quedo al margen. No veo cómo publicar una foto equivocada y reconocerlo pasa a ser una proclama de auto heroísmo. Tampoco veo porqué tiene que ser un iPhone. Hay personas que usamos otras marcas y nos podríamos sentir discriminados por esta afirmación.

Como dice el escritor Umberto Eco, «las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles».

Eco dice eso, sí. Se lo hemos leído. Lo que no sé es qué tiene que ver con todo lo anterior, a menos que sea una pedrada encubierta de una forma un poco torpe, porque parece que se usa más que por el fondo, por el hecho que permite usar los insultos de idiota e imbécil como quien no quiere la cosa.

Ella grabó un video –mientras supuestamente manejaba– en el que felicita los que están ayudando a la comunidad de Upala y de paso pregunta cuál es el procedimiento para hacer un golpe de Estado, porque no le tiene respeto o miedo a Luis Guillermo Solís.

Dentro de esa invasión se encuentra Ingrid Roldán , quien no tengo idea quién es y aquí entre nos, tampoco me interesa. Ella grabó un video –mientras supuestamente manejaba– en el que felicita los que están ayudando a la comunidad de Upala y de paso pregunta cuál es el procedimiento para hacer un golpe de Estado, porque no le tiene respeto o miedo a Luis Guillermo Solís. Además, le dijo al gobernante que «lo único que ha venido a demostrar es lo inoperante que es usted y su gabinete».

Roldán, gracias a la libertad de expresión, tiene todo el derecho a criticar, ofender y culpar al presidente de lo que guste. Tiene también que saber que a mí no me interesa lo que piensa, ni sus selfies mientras ayuda, ni su necesidad por ser condecorada como héroe nacional. Por alguna razón, los medios de comunicación como La Prensa Libre o CRHoy han construido notas alrededor del video, porque, si no lo sabían, los views ahora dan de comer.

Lo de Ingrid Roldán no me interesa. Baste con decir que el derecho de libre expresión no es ilimitado y precisamente por eso existen los delitos contra el honor y los delitos por los que ahora han denunciado a la señora Roldán por insultar al presidente.

Me hubiese gustado que en la universidad me hubieran preparado para esto: para toparme con gente que cree que una foto resuelve un tema político, que visto desde otra óptica es muy grave.

La Universidad, o al menos las universidades públicas, solían preparar a sus estudiantes para pensar, para resolver, para entender problemas y decidir cuál estrategia aplicar para resolverlos. Precisamente, la gracia de universidades en las que se recibe una formación integral y se la da un peso especial a las humanidades, es dotar a sus estudiantes de esa capacidad, desarrollarles un criterio y una capacidad de abstracción para que así no tengan que aplicar recetas pre concebidas a los problemas y no se sientan desvalidos cuando algo no calza dentro de lo que hayan memorizado.

Además, somos adultos. Ya a nivel universitario, tenemos la capacidad de leer, fortalecer lo aprendido, buscar otras fuentes de información.

No creo que Diego haya creído que la foto resolvía un problema político. En el mejor de los casos, lo creaba, pero todos estábamos de acuerdo que, en los primeros días de la emergencia, lo importante era la ayuda.

Me llama la atención que esta afirmación deja de lado lo que la periodista reconoció hace algunos párrafos, es decir, el reconocimiento de parte de Diego de su error.

O para ver a personas como Ingrid, que piensan que están haciendo lo correcto, cuando en realidad son capaces de hacer más estragos que el barro.

Es triste cuando de repente uno se da cuenta de que el periodismo ciudadano en Costa Rica se está construyendo por personas que «dañan la comunidad»; que tiran al vacío granadas, esperando que exploten, y que sean otros quienes tengan que limpiar el reguero.

¿Esto es otra pedrada? A pesar del desorden del texto, algo propio de cuando algo se escribe con cólera o con el hígado, me parece deducir que la preocupación de la autora pareciera ser los influencers, no los periodistas y su responsabilidad social al compartir información, por la enorme cantidad de gente que los lee.

Para mi gusto, hubiese aportado muchísimo más un enfoque como ese, explicando además cuáles son las herramientas que el periodismo tiene que se pueden utilizar para manejar esa responsabilidad.

Por ejemplo, yo quisiera saber si un artículo de opinión de un empleado de un medio de comunicación representa al medio o es totalmente libre. También quisiera saber cuál es la definición, límites y características de un artículo de opinión. Quisiera saber si la autora considera que habla en su condición personal- como lo hizo Diego- o si la condición de periodista no se pierde nunca- como pretende aplicársela a Diego. Me imagino que el periodismo se ha hecho y se ha respondido estas preguntas.

A la vez, veo una enorme contradicción, porque me parece que los trolls de todos conocidos, no hacen periodismo ciudadano ni les interesa. Viven de chismes y de regueros, muchos de ellos desde el anonimato.

Sería interesante saber a cuáles daños y a cuál comunidad se refiere la autora, pues no es poca cosa que se le endilgue a alguien la condición de cuasi terrorista de la comunicación.

Por otro lado ¿el reguero no es para el que hace esos papelones como el que hizo Ingrid? ¿O para la persona que se equivoca y se lo hacen saber? Me gustaría saber de ejemplos en los que otros han recogido los regueros de otros medios.

El lema de Contexto es «el medio es usted»; pero hasta yo –que paso siendo criticada por tenerle tanta fe a la humanidad– no me atrevería a darle tanto poder a «los imbéciles».

¿A cuáles? ¿No lo hacen ya los medios tradicionales al permitir la masacre que ocurre de vez en cuando en su sección de comentarios? ¿Por qué vamos a partir de que todos los ustedes de Contexto son imbéciles? Una enorme ventaja de haber llevado Generales o al menos un curso de filosofía, es la detección de falacias y este último párrafo es un ejemplo de libro. ¿Cómo distinguimos a un imbécil del que no lo es?

Mayor confusión me provoca el hecho que para ser periodista, no hay que estudiar ni estar graduado de periodismo, ni estar colegiado en ninguna parte. Entonces ¿dónde se pasa la raya entre el periodista-periodista y el que hace periodismo ciudadano?

¿Es un llamado a analizar los nuevos medios y la transformación a la que van directo los medios tradicionales? Entonces ¿por qué no se plantea así? Me imagino mesas redondas donde esas cosas se discuten, mediadas por periodistas de trayectoria reconocida. Me imagino artículos de Any Pérez, Pilar Cisneros, Eduardo Ulibarri analizando el tema. Me imagino un intercambio sin ataques personales y sin indirectas ni pedradas, tan criollas, donde se expone el problema sin desvíos.

Tal vez, nada más me toca aceptar el lado oscuro de mi corazón, que constantemente quiere gritarle a media humanidad que se calle.

Difícilmente. Gritarle a media humanidad que se calle es violento y la violencia engendra violencia. El poder de la violencia se justifica para combatir la violencia del poder, pero en este caso estamos hablando de un medio que recién inicia y que está, según el artículo, lleno de imbéciles. Nada de qué preocuparse mientras los grandes medios sigan controlados por esa élite que Adolfo tantas veces dijo que era necesario que se hicieran cargo del poder.

Entonces, aceptar eso, jamás. Cuando uno cree que el hombre es bueno por naturaleza, como decía Rousseau, entregarse al lado oscuro simplemente no es opción.

P.D: Este artículo fue leído y anotado sin pagar suscripción a La Nación.

Y vos, ¿qué pensás?