Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Alí en la memoria

Hay cosas que siempre han estado, desde el primer recuerdo. Algunas de ellas solo en destellos.  Mohammed Alí allá, en la primera infancia.

Salía en las noticias de los teles Hitachi con controles manuales. Salía en las noticias deportivas de los periódicos que leía para practicar y para no aburrirme.   Salía en las conversaciones de los adultos, nunca con admiración, siempre con desprecio y con burla.

“¿Cómo hace uno para apagar la luz y acostarse antes de que esté oscuro?» – ya lo había intentado varias veces sin éxito.

 “Ese negro es un payaso”

Nadie me lograba explicar porqué Cassius Clay y porqué Mohammed Alí. Si eran los dos a la vez o uno y ahora el otro. Una excentricidad más de ese negro loco.  Creo que nadie sabía de la Nación del Islam. Yo misma supe del Honorable Elijah Mohammed hasta que conocí de la existencia de Malcolm X en una película.

“¿Uno puede flotar como una mariposa y picar como una abeja?”

 “Ese negro es un bocón”

Les ofendía su forma de ser. Les ofendía todo lo que hacía y decía. Sobre todo, les molestaba que dijera que era hermoso. Hermoso, lindo, bonito, pretty.  no guapo, como los hombres.

¿Porqué Mohammed Alí dice que él es bonito?

 ¿Cómo se te ocurre que un negro va a ser bonito? Mucho menos ese!

Igual un día, después de verlo moverse de un lado a otro en alguna pelea que no recuerdo, dije claramente que a mí me parecía que él tenía razón. Era un hombre lindo.

Creo que fue la primera vez que me regañaron por decir en voz alta que me parecía guapo un hombre negro. No somos racistas, pero  un para que un hombre negro sea guapo debe verse casi como un hombre blanco. No somos racistas pero,  las chiquitas como vos, cuando sean grandes, simplemente no se casan con negros. Ni tienen novios negros. No querés matarnos del disgusto. No somos racistas, pero  los negritos, los morenos, existen pero no tienen nada que ver con nosotros.

Lo seguí admirando en secreto.

No bastaba con sus victorias y sus peleas. No bastaba con la fama. No bastaba con salir en los periódicos.  No bastaba que fuese tan famoso que en la América Latina de antes de internet los chiquillos de primaria supiéramos que existía y en el recreo los hombres jugaran a ser Alí, brincaran suiza como si estuvieran entrenando y pidieran en Navidad guantes de boxeo.

“¡Qué negro más bueno para pelear!”  era lo más que le permitían.

Yo no entendía ni entiendo boxeo. Trataba de ver las peleas y leer las crónicas a ver descifraba algo, pero sin éxito.

¿Por qué Alí no quiso ir a Vietnam?

Ese negro es un loco.

Sí entendía que no le tenía miedo a nada. Que se le iba a la cara a los contrincantes y les decía de todo. Que se reía sin pena, que no era sumiso. Que pagaba caro ser tan chúcaro. Un negro que no quería ser blanco. Una persona que no renegaba, ni se avergonzaba, ni disimulaba lo que era. Más bien lo ostentaba.

Ahora que la tecnología lo permite, veo las peleas y no me dicen nada, porque sigo siendo igual de ignorante en la técnica boxística. Pero sí veo a un hombre perfecto. Veo a un hombre inteligente haciendo preguntas justas, dando razones lógicas. Veo a periodistas riéndose como si fuera un chiste de cosas muy serias que hoy jamás serían tratadas de esa manera. Yo también quiero saber porqué no hay ángeles negros. Veo a un hombre comulgando con las mismas causas en las que yo creo.

Veo a alguien que nunca se quedó callado y que tenía la fama y la fuerza y la condición para decir lo que le diera la gana. He visto las películas y los documentales. Me compré un libro de fotos de Alí. Leo cada artículo de él que me encuentro.  No me gustó Will Smith para la peli y creo que Jamie Foxx lo hubiera hecho mucho mejor.

Entiendo porqué él era el campeón de peso pesado de los ninguneados, ya fueran las minorías en los Estados Unidos o los chiquillos latinoamericanos que veíamos en él a una especie de super héroe aunque no a un ejemplo. El era la prueba de que había gente que no aguantaba ni mierda y un día decía hasta aquí y defendía la raya a golpes.  Que la modestia es para inútiles. Que quedarse callado es una forma de esclavismo. Que el esclavista vive en la cabeza.

Un día no supe más y no pensé nada, porque en ese tiempo, la gente o las historias de personas de otros países iban y venían sin que uno pudiera evitarlo. Simplemente dejó de aparecer en las secciones deportivas o en los resúmenes de las noticias.

Ya nadie hablaba de él y de repente, en la inauguración de los juegos olímpicos de 1996, apareció de nuevo. Caminaba despacio. Se había engordado. Era evidente el efecto del Parkinson. No dio declaraciones probablemente porque ya la enfermedad le impedía hablar.

Llevaba la antorcha con el fuego olímpico y encendió el pebetero.  La cámara lo enfocó de cerca por un momento: ese negro podía estar hecho mierda, y todos los que alguna vez le dijeron loco, bocón, payaso, sentían esa alegría que genera la envidia cuando se ve al otro acabado. Pero los ojos le brillaban como el primer día que lo vi en una entrevista: Mohammed Alí seguía siendo el hombre más hermoso.

 

 

Una gota de lluvia en “Alí en la memoria”

  1. Gabriela dice:

    Cuando lo vi temblando en esas olimpiadas de 1996 no pude evitar las lágrimas. Lejos estaba de imaginar que yo misma conocería el párkinson tan de cerca como me pasó. El sábado, con la noticia de su muerte, vi una foto reciente. Esa cara sin expresión me volvió a arrancar lágrimas.
    Bien por este hombre que no se dejó vencer y que fue fiel a sus convicciones.

Y vos, ¿qué pensás?