Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

El regreso de Un Nadador Shaolín

Finalmente me autorizaron a nadar bajo estrictas medidas sanitarias, que incluyen aplicaciones de alcohol, curaciones, gasas y cosas. Yo dije que sí a todo, porque ya me veía atravesando las aguas como foca feliz, liberada después de años de esclavitud haciendo el show matinal para güilas malcriados en un acuario venido a menos. Aunque lo que llevaba sin nadar eran 3 meses.

Ese día le cancelé todos, dejé todo tirado y me fui a nadar.

En mi imaginación, había idealizado tanto ese momento, que ya me veía llorando discretamente de felicidad detrás de mis anteojos de chapoteo y escuchaba a todos admirados de mi capacidad de recuperación.

Lo que no me esperé fue que el agua estuviera tan fría, que se me rompieran dos gorras cuando traté de ponérmelas, que estuviera tan gorda y, sobre todo, que fuera tan difícil.

Es como nadar con un corset. Los músculos están tan duros, que al hacer la brazada de pecho, por más que estiro el pescuezo como tortuga desesperada, es como si me faltaran pedazos a ambos lados del tronco y el cuerpo no me da. Hay una coyunda secada al sol a cada lado, que me impide avanzar de forma graciosa y que hace de cada brazada un acto heroico, un recordatorio constante de esos dos alienígenas de silicón en el pecho.  Con cada brazada, las manos heladas de la cirugía me jalan hacia atrás y las siento. Es como nadar con draga. Las alas del pecho amarillo que me abrazaron todos estos meses, ahora, mojadas, son un lastre.

La cosa se agravó el sábado, cuando tuve clase con todos mis compañeros. Por mi condición, voy al carril de los eternos principiantes, de donde no he salido en los últimos dos años. Los veo nadar 800 metros seguidos mientras yo hago 25 metros a duras penas y quedo muy adolorida. Los veo salir al ritmo del silbato y hacer burbujas 10 segundos de descanso, mientras yo tengo que parar a media piscina cuando me piden hacer un tiempo de 25 metros de pecho, al borde de un colapso respiratorio.

Dice mi profe que mi centro de balance cambió y que otra vez tengo que apagar el cerebro y escuchar al cuerpo para volver a aprender a flotar y encontrar cómo me alíneo mejor. Trato de flotar y patear dorso, la especialidad de la casa, solo para ver con ojos muy abiertos por la impresión cómo me voy hundiendo lentamente en el agua con lo que solía ser mi motivo de orgullo. Llevo 6 clases y el cerebro licuado de toda el agua que me he tragado.  Para confirmar la hipótesis, el sábado me caí en la piscina, no en el agua, pero sí en las instalaciones. Por estar jeteando y pensando que ese día cumplía 3 meses de operdada, no vi una grada y caí hincada. La compu, la cartera y mi bolso de chécheres fue a parar cada uno a un lugar distinto, en diseño de estrella. Ahora ya sé que mis implantes resisten golpes y además de una teta alienígena, nado con un chollón en la rodilla izquiera.

Antes calentaba 400 metros libre. Ahora me ponen a caminar 150 metros, como el equipo de Ballenitas de la piscina del Colegio de Abogados donde estuvo mi mamá. Todos los movimientos de brazo me recuerdan la cirugía. Todos.  Es cierto que siento la coyunda cediendo poco a poco, pero al igual que la recuperación, muy lentamente.

Ya nadé 200 libres sin morirme. Al final de la clase siento el pecho mucho más relajado, pero el resto del día, paso con un hambrón que fácil me haría capaz de almorzarme a Fuser en un momento de antojo y poco a poco, todo se endurece de nuevo, probablemente por el esfuerzo. Además, quisiera ser milloneta para hacer entrenamiento pasivo- o sea rulear- ensalchichada en mi traje de compresión de Mike Phelps el resto del día . Pero no puedo. Entonces llego con los anteojos y la gorra de nadar pintados en la cara y el pelo empapado a oficinas, juzgados y reuniones y cuando alguien levanta una ceja juzgadora le digo “Tuve cáncer de mama y esto es rehabilitación”. La culpa, al igual que la violencia, siempre funciona.

El primer día, de la agotazón, no oía lo que me estaban diciendo cuando estaba en la ducha. Tuve que cerrar todo para entender qué era la cosa. La señora de mantenimiento, que me persigue por toda la piscina preguntándome si de verdad me siento bien, me decía que me había prendido la luz de las duchas para que estuviera más cómoda. No me di cuenta porque, como en el Chavo del Ocho, tenía los ojos cerrados. Un Nadador Shaolín sabe que a veces acabar con la oscuridad es cosa de abrir los ojos.

Hay momentos en que siento cólera por todo lo que pasó, aunque sea por algo tan tonto como querer recuperar la condición que tenía antes de la operación. Cólera de que me haya pasado a mí. Cólera del tiempo perdido. Cólera de lo que pasó.  Cólera de ese grano que no se termina de caer y que resiste todo. Frustración de no poder hacer nada al respecto. Hubiera querido que no pasara. De verdad que sí.

Me doy cuenta que cambió mi relación con la desnudez. Del pudor excesivo al salir de la ducha estoy a punto de salir con el paño amarrado a la cintura. Uno, para que admiren todo lo que me dio la ciencia y dos, porque al terminar de nadar me duele todo lo que nunca me había dolido y no aguanto ni medio hilo de tela encima. Y la verdad, no me importa que me vean desnuda. Para mis apuntes, tomo nota que un efecto secundario de la mastectomía doble con reconstrucción mamaria de implante submuscular de silicón es la pérdida absoluta de todo tipo de vergüenza.

Igual me matriculé cinco veces a la semana porque esta cosa no se queda así y yo estoy ceñida en volver a ser lo que era y en la de menos me alcanza para Rusia 2016, que es el sueño de opio para todo Nadador Shaolín que aprendió a nadar después de los 30 años y aun cree que podría ganarse una medallita aunque sea en honor al esfuerzo,  la insistencia y la majadería.  Creo que de solo pensarme en buzo uniformado y foto en el periódico, de la emoción me quiere dar un ataque de pánico.

Trato de ver las sonrisas de los profes como alegres y no como divertidas de la necedad de una de las peores estudiantes, siempre la última. Les anuncié mi regreso con mi frase signature: “Volvió el sabor”. Trato de tomármelo con filosofía.  Dejé la Coca Cola de a pichazo y lo pagué con una migraña de antología. Organicé mi bolso de nadar para que no sea tan caótico, con cubos de empacar valijas y estoy tratando de diseñar la logística de entrenar con tanta disciplina, que impacta muchos, pero muchos niveles de mi vida. Tengo a Marcelo vuelto loco con encargos de paños aptos para nadada, shampoos, acondicionadores y body wash de nadadores y estoy pulseándole a mis hermanos que me regalen esta gorra.

Hago todos mis ejercicios y mientras siento el jalonazo en cada brazada, pienso que poco a poco, ya irán cediento, todo pasa, poco a poco, peor sería seguir allá afuera, al menos ya estás nadando, calda si llorás de la cólera.

Hoy, mientras no podía ocultar el entusiasmo de ser la primera en mi carril VIP-Forever principiantes- rehabilitación SPA- aula diferenciada, dejando atrás a los otros dos lesionados, vi entrar a don Leo, que tiene como 150 años. El tiene la misma fiebre mía y mi mismo talento negado. Dos tuercas en etapas diferentes de la vida.

Don Leo llegaba siempre con su esposa, Bela, si es posible, más vieja. Los dos nadaban juntos, con guantes de látex y medias. El siempre la animaba diciéndole que se veía lindísima nadando, como una sirena y no era raro el día en que le recordaba otras aguas, otros soles, otras vidas con ellos dos juntos de protagonistas.

Lo vimos entrar solito y de vinos preguntamos por Bela. La profe nos dijo que había fallecido la semana pasada.

Un Nadador Shaolín sabe reconocer cuando hay regresos mucho más duros y solitarios que el suyo.

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Esta es mi gorra nueva. Se llama «La Vengadora». Me recuerda a Mimí muerta de risa diciéndome «Sos la muerte», algo que siempre recibí como un piropo. Nótese el estado de agotamiento.

4 gotas de lluvia en “El regreso de Un Nadador Shaolín”

  1. Gabriela dice:

    Poco a poco y paso a paso. Entiendo esa cólera porque también la he sentido. Por otras causas, claro, pero es la comprensión de quien debe aceptar eso de «es lo que hay».
    Desde mi rincón, te digo «adelante», nada dura para siempre. Y sí pues, hay regresos como el de don Leo, tan solitarios. Si de algo le sirve a quien parece ser un ser excepcional, acompáñenlo y háganlo sentir que no está solo… sé que no es fácil, pero seguro que lo ayuda aunque sea un poquito.

  2. MN dice:

    En enfecto, hay personas que no tienen regreso o retomar sus cosas. Vos tenés esa oportunidad. Por otro lado, puede estar tieso, sin embargo le podés afirmar a tu cuerpo, no te estoy pidiendo algo diferente, ya lo has hecho y por tanto lo podés hacer. Ánimo, felicidades con tu regreso.

  3. ilana dice:

    Sole, mi Sole querida… cómo es que se nos pasa la vida y se nos vuelve y vos, tan fuerte, tan permanente, tan… profunda. No sé si fue por el egoismo de mi propio dolor, pero perdí tus hazañas, tus dolores, tus nuevas tetas y demás… vos, por discreta quizá, no lo anduviste pregonando, pero yo, por obtusa, no te busqué, no supe, hasta hoy te leo de los meses pasados, porque hoy, me duele el mundo, hoy me duele los asesinos gobernantes, y me duele la inhumanidad, y me vuelve insoportable este mundo… y te encuentro nadando otra vez cuando ni supe que se te robara ese placer. Te pido disculpas por mi negligencia, por mi ausencia, y por no acompañarte mejor en tu dolor, pero agradezco encontrarte aquí, en la lucha, donde te encontré y donde espero siempre encontrarnos. Te mando abrazos fuertes fuertes…

  4. Sergio dice:

    Lo importante es volver. Volver al agua y volver a compartir lo que no cabe en las palabras. Saludos. ¡ ¡Y pa’trás ni para tomar impulso !

Y vos, ¿qué pensás?