Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Gemelas

Fuimos al Hospital de Cartago, porque tenían el primer equipo de ultrasonido del país. No había con quien dejarme y yo quería ir, así que me llevaron. Pero no me dejaron entrar. Tuve que esperar dándole vueltas al Hospital varias horas. Encontré un Bazaar en una casa y después de una negociación ardua, me vendieron un trajecito celeste de bebé en 100 colones. Eran los primeros días de enero de 1982.

El Ultrasonido confirmó que eran dos bebés y eso explicaba la panza y el peso monumental de ella, que rozó las 300 libras. No se supo el sexo, porque estaban una frente a la otra, abrazadas, y con los corazones alineados, no solo espacial sino además rítmicamente. Los exámenes ginecológicos que existían hasta ese momento permitían oír un solo ritmo, con leves diferencias que fue lo que hizo que el doctor ordenara el exámen.

Nadie se esperaba dos, a pesar que mi abuela había tenido gemelos y había historia de ellos. Nacieron una semana después y se veían así:

 

Eran pequeñitas, rojas, como ratitas recién nacidas. Pesaron 6 libras cada una. Una de ellas cabía en una caja de zapatos. Por meses durmieron en la misma cunita. Se les puso aretes diferentes a cada una para saber cuál era cual, pero se les caían. Además, Ella siempre tuvo mala memoria y con frecuencia se le olvidaba cuál era la que tenía cuáles aretes. A veces me gusta hacer juegos mentales donde me imagino que ya nadie sabe cuál era originalmente cuál.

Los gemelos son una locura. Se despierta uno, lo duermen e inmediatamente se despierta el otro. Se enferma uno y cae el otro. Llora uno y llora el otro. Es un loop agotador y enloquecedor que no termina, que no amaina y que se pone peor conforme adquieren mayor movilidad.

No aprendieron a hablar con los demás. Entre ellas se contaban grandes historias, se reían, se peleaban, se arreglaban, chismorreaban de los demás, creaban grandes historias, comentaban los programa de tele y matrafulaban en contra de los demás.  Cuando ven este video, se vuelven a ver entre ellas y se ríen, probablemente por la sospecha del recuerdo.

Por ejemplo, mi hermano las molestaba muchísimo y los bañaban a los tres juntos. Primero le secuestraron los calzoncillos y salían corriendo con ellos en la cabeza como máscaras de lucha libre. No funcionó y la jodarria de mi hermano recrudeció. Entonces, en una bañada, a la orden en ese enredo que hablaban, una lo sostuvo y la otra le mordió la pipí. Hasta ahí llegó ese orden fraternal y quedó claro que las gemelas eran un atentado.

Cuando entraron al kínder, la terapeuta de lenguaje dio la orden de separarlas de clase, para que se soltaran a hablar. Fue una tragedia. Se abrazaron en el pasillo, como cuando estaban en el vientre y no se soltaban. Cada maestra jaló a la alumna que le tocó a la fuerza, mientras gritaban y lloraban más duro tirándole los brazos a su clon genético.

Cuando pudieron salir a recreo, lo primero que hicieron fue buscarse y sentarse abrazadas en una banca. La campana de ingreso fue otra escena desgarradora de separación.

Ni siquiera llegar a la casa fue un alivio. La orden incluía dormir en cuartos separados y otra vez con amenazas y fajazos, cada una se fue detrás de una puerta distinta y se quedaron dormidas llorando. De nada sirvió, porque amanecieron en la misma cama, abrazadas.  Nunca más durmieron en cuartos separados hasta que ya una de ellas se fue de la casa.

Desplumaron gallinas para ve qué tenían por dentro. Se repartieron las materias y confundieron maestras para hacer dos veces el mismo examen. Monopolizaron el tobogán para llenarlo de tierra. Mataron un perrito por exceso de amor, de pasárselo de mano en mano. Tuvieron un par de tennis tristemente conocidas como las mugrosas: un par rosado, otro lila. Ambos terminaron color ratón. Nunca se vistieron iguales y siempre les molestó que les dijeran gemelas, pero tenían que resignarse. Las usé varias veces para locos experimentos, para saber si era cierto que una podía sentir lo que le pasaba a la otra o si tenían poderes de percepción sobredesarrollados.

Después de un tiempo nunca más se me confundieron. Cada una habla distinto, camina distinto, siente distinto. Serán copias genéticas, pero son dos personas profundamente diferentes con un vínculo único entre ellas.

No me molestaría si Santiago, en lugar de ser uno, fueran dos chiquitines sonrientes que hablan en enredos y se meten siempre en tortas.

Una gota de lluvia en “Gemelas”

  1. Gabriela dice:

    El que es gemelo no sabrá lo que es no serlo. Lo que yo jamás haría si tuviera gemelos es vestirlos igual. Ya bastante difícil debe ser ir por la vida escuchando preguntas como «¿eres Tal o Cual?» o comentarios como «qué barbaro, son idénticos» como para que encima los papás los pongan igualitos.

Y vos, ¿qué pensás?