Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

De cómo Sole se enfrenta a 3 loras mañosas que se hacen pasar por cuervos, fijate

El vuelo se avistaba lleno de católicos públicos. Una manada de periquitos verde, bajo el logo de viajes colón, con su mirada de superioridad y con el marido mangoneado en la otra ala, dejaban claro que ellos van a ver en carne propia como una tica hace santo a Juan Pablo Segundo.

Tanta fe reunida, me hizo temer que a treinta mil pies de altura, se encendiera el micrófono y en vez del piloto anunciando que ya podíamos soltarnos los cinturones, se escuchara la voz de una viejilla rezadora  “Ave María Purísima… en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo” y la amenaza del que no rezara, no le tocaba comida. Era un vuelo charter de la Sele, pero versión milagro del aneurisma

Pero todo empeoró cuando divisé a tres loras, viejas y mañosas, cotorreando desde sus sillas, extendiendo las patas para que los demás les besaran los anillos y repartiendo moral desde sus púlpitos aeroportuarios. Turecas, las cabronas, porque a pesar de ser claramente loras, viejas y mañosas , se disfrazan siempre de negro y hasta se hacen pasar por cuervos.

Las tres loras hablaba como mis tías abuelas cartas: “Mirá…” “ “Fijate…” “Vos sabés que…” y como buenas viejas vinas, quisieron saber para dónde íbamos. Enteradas del periplo, una de ellas, nos dijo, entre risas alborotadas:

“Pues entonces nos vemos en la Plaza San Pedro. Bueno, nosotros vamos a estar al lado del Papa Francisco. Para vernos tendrían ustedes que llevar binóculos, fíjate”

Comentario comemierda que a uno no le sorprende de una señora clasista y más si es cartaga de rancio abolengo, pero que asquea cuando lo dice uno de los príncipes de la misma Iglesia cuyo Comandante en Jefe ha dicho que está dedicada a los más pobres y no a la satisfacción de los narcicismos descompensados del clero.

Encima se sentaron detrás de mí en el avión y ahí las escuchaba  acicalando sus plumas, sacando pecho, repartiendo bendiciones, opinando sobre el Papa Francisco, repartiendo chismes en tonos conspirativos, rajando con conocimientos de temas personales, hablando en italiano para, que mirá,  supieran  los otros pasajeros que ellos- las loras- eran el ARZO-bispo actual y previo de esta finca, diciendo que no les daba la gana practicar la compasión cristiana, porque  fíjate, que a mí me gusta mucho más el pasillo y una larga lista de etcéteras.

Yo me cuidé mucho de no hacerles mala cara, que no se me transparentara en los ojos la repulsión que esas loras y sus picotazos traidores me provocan; pero creo que fallé en todo. Debe haberse notado cuando no pedí ni foto, ni bendición, ni les hizo el tiro a besarle ninguna joya de las que le engalanan las garras. Tampoco les asunté sus conversaciones de viejas beatas.

Durante las diez horas que duramos en cruzar el charco, debo haber sido el único pasajero de ese avión enorme que no pudeo pegar los ojos ni con ayuda de un psicotrópico. En esa juma  del medicamento que no funciona y el cansancio de pasar recto una noche entera, restregando los ojos arenosos de sueño, me pareció escuchar el cacareo burlón de una de ellas:

Fijate que eso es lo que le pasa a las mujeres como vos, insolentes y ateas”

No sé si es cierto o fue una pesadilla de un intervalo cortísimo de movimiento ocular rápido. Pero estoy segura que fueron esas cabronas loras las que me salaron el sueño.

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