Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Santiago en momentos

Hace frío. Mucho.

Estoy como en la película de Schindler. Soy la única de abrigo rojo y boina roja entre este mar de gente triste, de negro, azul oscuro y café. La gente me dice que luzco extranjera y turista. Extrañados ante esta pinta, me apodan «Caperucita Roja». Yo les digo que tambièn soy roja por dentro.

Después de la charla de hoy, salí con mi metro ochenta, mis tacones y mi look de rojo evidente, de vuelta a la casa de la abuela, a dos cuadras. Me rodearon tres carabineros, y me acompañaron hasta la puerta. Me hacían preguntas tímidas y coquetas. Que si me gustaba Chile, que de dónde era, que si tenía frío, que si como era Costa Rica. Ninguno de ellos era «bien encachao» (guapísimo), pero me conmovió lo amable.

Voy caminando por el centro y escucho a Juan Luis Guerra y sus burbujas de amor. Y canto, en voz alta, que yo también quisiera ser un pez. Los otros peatones se sorprenden porque aquí, nadie hace eso del ridículo de ser feliz en media calle.

El tío Lucho me hace sentir como en casa. La abuela Caquela me reconoce cuando me quito la boina y el abrigo y me tira los brazos sonriendo, como hacía Mimí, mi propia abuela. Me siento al lado de ella y es como natural tomarla de la mano todo el rato. Se ríe y me abraza y me pregunta por todos.

Tomamos once (el té) muriéndonos de frío en un comedor estrecho, mientras el primo Martín se lamenta que el abono tan ácido le mató todas sus matitas de marihuana, pero que como son varios los consumidores terapéuticos en el condominio, alguien le cederá un retoño.  Y me cierra un ojo. Esencialmente porque tiene cara y actitud de psicópata.

La abuela Berta duerme con sueter, sombrero y bufanda. Encima la bata de dormir y la bata de levantarse. Las bolsas de agua caliente, son muy populares y se llaman guateros. Yo no sè manejar la estufa de gas y anoche no la quise apagar. A juzgar por la marca negra del parqué, casi incendio el apartamento.

Me tomo una foto con la estatua de Allende, esta vez en invierno.

Nada más por el gusto, fui a conocer a Liniers, y me dio un autógrafo.

Anoche fue la noche más larga del año. Y fue el año nuevo mapuche. Hoy se manifestaron frente a La Moneda, exigiendo la reivindicación de los derechos que les fueron arrebatados.

A vos te llevo conmigo en cada esquina y en cada metro. Hoy me puse el pañuelo rojo con negro que me regalaste. De repente me doy cuenta de cuánto sos parte de todo lo que hago, porque en todo te veo, en todo me hacés falta. Ojalá pronto, en uno o dos años, te vea en los ojos de ese niño que me mira en el futuro y que me dice «Mamá».

Voy a buscar cerezas en el barrio alto.

Hace frío. Pero mucho.

 

 

2 gotas de lluvia en “Santiago en momentos”

  1. beto dice:

    Me encantan todos estos detalles que ponés de Chile, como siempre. Hasta ahorita he estado haciendo contacto con chilenos por mi cuenta. Siempre es bonito saber que vas a algún lado y tenés a alguien con quien contar ahí.

    Mala envidia porque vos te topaste con Liniers y yo no. Al menos conozco en Buenos Aires a muchos de sus allegados. Algún día me sacaré el clavo.

  2. solentiname dice:

    Beto:

    Al principio pensè que no se parecía al conejo, pero ya de cerca, sí era. Me dibujo una «OLGA» en uno de sus libros. Fui la número 3. Es un tipazo. Además tengo foto!! Luego te la envío

Y vos, ¿qué pensás?