Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Cena en Las Condes y visitas familiares

Así como Panamá es tolerable viviendo en Paitilla, y san José se tolera desde un penthause en Escazú, Santiago en verano se soporta cómodamente en Las Condes. Será por lo que decía Víctor Jara de que los ricos siempre son extranjeros en su propio país y en enclaves como estos, se respira un seguro estado unido de globalización estandarizada, con la tranquilidad que da la unidad de estilo de las tiendas de cadena y los restaurantes de comida chatarra. Eso sí, comparado con La Condes, en mi lista Escazú adquiere otro motivo más para ser considerado un basurero, o peor aun, un barrio obrero.

Mi amigo Mario cocina mal, pero entretiene harto. Nos habla de Isla de Pascua, de las casitas de madera, del ritualismo, de su desconfianza hacia los contis y de cómo no se sienten chilenos. (Iorana Mauradi, Yuré)Descansamos en su terraza del piso 20 y vemos la cordillera ponerse color bronce. A la derecha, sobre el edificio de Lan, descansa el helicópeto de Piñeira, su vampiro personal para que no me mezcle el pobre con la chusma.

La abuela necesita ir a ver al hijo de crianza que se le adelantó en morirse. Cuando tomamos el tercer bus, achicharrados y yo con trompas, recapacito de cómo se me ocurre hacerle caso a las direcciones de mi suegro, que en 35 años no ha estado en Puente Alto, que no sabe nada de los buses o de cómo se sufre de verdad el Transantiago, en lugar de al mapa. En Costa Rica, mi suegro no se pierde las noticias chilenas y memoriza la nuevas vías «Ya no puedo pasar por San Martín en hora punta». El tiene un Santiago completo en su cabeza, probablemente muy distinto al verdadero. El necesita que nunca llegue a sentirse realmente lejos. Alguien le dirá algún día. Yo no me atrevo.

Este cementerio queda al pie de la cordillera. No hay carritos de acercamiento y la abuela se encarama en silla de ruedas con sombrilla y el antídoto empuja y bufa colina arriba, hasta la laguna de los patitos. Luego entre placas tétricas de nombres y fechas hasta encontrar al nuestro. A la entrada venden flores y adornitos de jardìn que la gente pone en las tumbas. Es un día de paseo, con manteles y comida para los demás. Nosotros al Ramón le llevamos solamente a la abuela. Ella se persina, marcando el código de área al más allá, y le empieza a hablar como si lo tuviera en frente. Lo reta (lo regaña), lo regalonea (lo chinea) y dice «ya lo vi hijito» y se siente orgullosa de haberlo ido a ver con nosotros, «su familia».

Es tan agotador, que yo reconsidero si valdrá la pena ir a ver a mis muertos. Tomamos un taxi y la abuela le dice que no le paga los 1600 porque solo anda 1200. Nosotros nos reímos y, por supuesto, pagamos.

En las 18 paradas del barrio màs popular de Santiago, hay grupos de hinchas con las camisetas del Colo y sus cánticos plagiados por el Saprissa. Hay un mall que ofende al lado de las casitas sencillas. A las 7 juega el Colo contra la U de Chile. Yo le voy a los chunchos (la U).

3 gotas de lluvia en “Cena en Las Condes y visitas familiares”

  1. tetrabrik dice:

    por un momento creí que habías cenado en las condes, ahí en chepe, cerca del hotel asia. fffff, qué alivio.

  2. Tugo dice:

    Pero que es esto?? semanas pensando que estabas en asuntos de fin de año y ahora me doy cuenta que hay post como escondidos y que hasta ya andan por allá!!. Que envidia pero que bueno. Que disfrunten y arregla ese blog!!

  3. Solentiname dice:

    Luis: deberìamos hacernos camisetas de esas de maison doree forever.

    Tugo: blogspot es facista! 😉

Y vos, ¿qué pensás?