Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Fugitivo

En la oficina, manejo cepillo de dientes, no por disciplina si no por emergencias tipo apesto a ajo o a algo peor entre digerido y podrido y tengo una reunión o cuando siento acumulaciones de algo asqueroso en las hendijitas que los separan. Yo ando lejos lejos de esas sonrisas de anuncio y neurosis de lavados cada vez que me echo un confite a la boca. O que almuerzo. Depende del ánimo, básicamente.

Creo que todos manejan cepillo. Los más obsesivos tienen su propios neceser y pañito doblado en una gaveta que mandan al dry cleaning los sábados. Son los que rechazan un pedazo de queque porque se acaban de lavar los dientes. Se los lavan cuando llegan, antes de una reunión, después de almuerzo y antes de irse aunque vayan directo para la casa. Algunos hasta hacen gargaritas con listerine. Los menos, tenemos de esos tubos para guardar cepillos, unos tres o cuatro, sueltos por ahí en partes y que dejamos caer el cepillo en cualquier gaveta a la par de un tajador, la goma, restos de papelitos y tarjetas de presentación, totalmente empapado y con la pasta estripada por cualquier parte.

Pero mi cepillo tiene una facultad particular. Con frecuencia yo lo dejo olvidado en el baño, como si fuera mi casa, a la par del tubo del lavatorio, para horror de clientes y visitantes que no controlan sus vejigas y que a media conversa insisten en la urgencia de usar baños ajenos. La lógica indicaría que si me doy cuenta del olvido, acuda a recogerlo donde lo dejé.

Sin embargo, he venido notando que cada vez que me llega un correo colectivo denunciando no sin cierto asquillo el extraño avistamiento de un cepillo idéntico al mío (que a su vez coincidentemente está desaparecido), se reporta no en un baño o en un basurero. Aparece en lugares como la recepción, encima del mostrador. Sobre la silla de algún socio. En el teclado de la compu de una secretaria o en el microondas de la cocina colectiva. Siempre conspicuo.

Yo ya he optado por no darle pelota ni por reclamarlo. No me interesa si me está tratando de decir algo. Simplemente me compro otro, igualito.

8 gotas de lluvia en “Fugitivo”

  1. Nayuribe dice:

    He encontrado Cepillo de diente blanco con azul,marca ORAL B, estaba junto al lavamanos favor recogerlo en la salita de las asistentes de Servicios generales.

    La gerencia

    Pd
    Ser más cuidadosas el baño lo utilizan las clientes de la empresa también.

  2. YURÉ dice:

    Supongo entonces que nuestras cartas astrales colapsarían si nos encontráramos alguna vez, pues pertenezco al tipo de persona que se hecha Listerine hasta en las patas. A veces, incluso, remojo con cloro el cepillo nuevo y para cerciorarme de que quede limpiecito y bien enjuagado lo meto en el retrete y jalo la cadena.

  3. Maria dice:

    Ja, ja…me declaro culpable de tener cepillo dental (y repuesto hay que cambiarlo cada mes), pasta dental (no china, hilo y enjuague en la oficina, y en el maletín por si debo comer en la calle¡¡¡¡.

  4. Humo en tus ojos dice:

    AYAYAYAYAYAYYY no he parado de reìrme!!!! Yo sufro tanto porque nunca sé cuál es el lugar adecuado apra guardar la cajita toda húmeda!!!

  5. Caro dice:

    Yo uso frenillos, así que quiera o no tengo que andar cargando cepillo de dientes a todo lado y por lo general no uno, sino dos o tres de los especiales para ortodoncia.
    El enjuague bucal… ese si me da pereza usarlo, pero ni modo.
    Esto de los frenillos es una de esas torturas que a veces no se si valen la pena y lo peor… la mía no fue ni por vanidad, sino por un colmillo perezoso que no quizo salir.

    🙁

  6. Malasombra dice:

    que buena esta!! totalmente identificado.

    Saludos.

  7. Denise dice:

    Jajajajaj… a lo mejor el pobre está pidiendo atenciones… cariño, más respeto ¡algo! 😀

  8. Sardina albina dice:

    No sé si soy yo, pero digo lo mismo de las mujeres que tienen cepillo o espejo (o ambos, esas me limpian). Hoy mismo saqué el cepillo que compré según yo para peinarme más a menudo… y cepillé a la gata. No tengo remedio.

Y vos, ¿qué pensás?