Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Cédulas, dolores y Caquelas

Temprano en la mañana, nos aventuramos en una oficina pública. El título de abogado aquí no me sirve de nada. Me siento perdida, absolutamente, en un mundo de trámites con palabras que solo he visto en diccionarios. Como nunca he emigrado a ninguna parte, me espeluzno de lo que me espera si llego a cambiarme de hemisferio.

El Antídoto hizo la fila, mientras yo me escapaba a un café Internet a ver cómo iba la oficina. Regresé justo a tiempo para escuchar a la señora del Registro Civil preguntarle su nacionalidad. Sin dudarlo, el Antídoto respondió “chileno”. Luego tal vez pensó que el acento lo delataría y empujó el acta de nacimiento hacia adelante, aclarando la cosa costarricensemente “bueno, yo nací aquí en Santiago”

Después de dos recorridos en metro y antes del trasbordo de la micro, hacemos una parada en la feria del agricultor del barrio. Melocotones del tamaño de una bola de baseball, dulces y jugosos. Las ciruelas no son ácidas. Las uvas casi regaladas, de todos los colores. Elotes gigantes. Frambuesas, por todas partes. Para vencer el antojo, me obligo a pensar en jocotes, nances, magos y guayabas. Pero no lo logro. “Regáleme dos kilos de frambuesas por fis”. Nadie me entiende este acento tropicalísimo y el Antídoto traduce gentilmente y pide yapa (feria).

Caminamos hasta llegar a Villa Grimaldi. Tiene razón el Antídoto. Mi Santiago es más triste que el de él, más callado, más viejo. Yo lloro recorriendo el parque y pienso en la frase de Sepúlveda sobre el misterio de la resistencia al dolor, al describir a dos mujeres víctimas de ese lugar, que después de una sesión de tortura, “con todo el amor del mundo” se consolaban mutuamente.

El Antídoto no dice nada. Yo le muestro cada lugar, cada marca. Le hablo de las historias, de los libros, de los personajes, de los sueños. Le cuento del acto recordatorio un 11 de setiembre, de personas venidas de toda América. De las señoras de alta sociedad, con peinados de alto coiffeur sentadas aparte de la chusma porque aunque les duelen sus hijos desparecidos, más les arde la vergüenza pública que las hicieron pasar, esos malagradecidos, comunistas, sus hijos.

Finalmente, el Antídoto me dice que el parque no lo conmueve. Que lo enfurece. Que le da rabia pensar en todo lo que pasó en ese lugar. Me dice que si estoy loca cuando le pregunto si quiere entrar a una de las celdas, en la torre. Se detiene en los muros y lee, uno a uno, los nombres de los desparecidos. “Nunca más!” firma en el libro de visitantes.

Muy cerca, está la casa del tío y la abuela paterna, la Caquela, que, como ella misma dice, está sorda como una tapia. Por la verja se asoma con su cabeza de viejita, colochuda y coqueta. Cuando distingue al Antídoto, saluda con un “Mi perrito!”, porque en Chile, a los seres queridos no se les dice ni gordo, ni negro, ni mi amor ni mivida. Se les dice chancho, perro y mono. Y suena bonito.

Cuando me presentan con toda la formalidad del mundo y sonrío inocente para impresionar a la abuela para que crea que soy de fiar, ella se me guinda en el abrazo y me dice a los gritos, para que oiga todo el barrio: “Ya sabía de tu vida!”. Me muerdo la lengua para no preguntarle exactamente qué, cuándo y quién fue el chismoso.

La Caquela se ríe. Ella sabe que yo sé que ella se hace la que no se entera.

7 gotas de lluvia en “Cédulas, dolores y Caquelas”

  1. Julia Ardón dice:

    Sos muy dulce.

  2. furia dice:

    Uy, Sole: me hacés llorar mucho últimamente…

  3. itzpapalotl dice:

    hey, yo creía que solo en mi familia uno podía ser un perrito, de cariño. me encanta.

  4. Sirena dice:

    es de lo más hermoso escribir una novela a cuatro manos…

  5. ilana dice:

    qué curioso eso de los perros, chanchos y monos, y eso que tengo amigos chilenísimos… como el tiempo nos cambia verdad, y el exilio….

  6. tugocr dice:

    yo soy el «cabecita de chancho» para mi padre.

  7. Humo en tus ojos dice:

    ese par de abuelas son un exito!

Y vos, ¿qué pensás?