El Fantasma de las Navidades presentes
domingo, diciembre 13, 2015Mimí
Este es el primer año que no te escribí para tu cumpleaños. No porque no te haya olvidado ni porque te quiera menos. Pero es que algo raro me está pasando este año: ya no siento el pasado tan presente. Las ausencias, la tuya y la de Alejandro están ahí, pero dormidos. No sé bien cómo explicarlo, pero me pasó algo. Las cicatrices están ahí, las veo, son parte de mí, pero ya no sangran ni duelen.
Este año hicimos árbol de Navidad. Desde que me fui de la casa, Mimí, hace quince años, nunca tuve, ni Navidad ni árbil. Precisamente por eso, Mimí, porque cada diciembre, el pasado seguían tan presente, que ver árboles enormes, decorados con brillos y bolas y luces, perfectos para cualquier tienda, en lugar de alegrarme me entraba una tristeza enorme y mucha ansiedad. No pocas veces terminaba llorando. Evitaba esos lugares, con esa música y ese ambiente festivo.
Y es que Mimí, yo no era un Grinch: nunca he odiado la Navidad. No. A mí no me gustaba por lo sentía al recordar la época. Lo diferente que me hacía sentir a los demás. Esa disonancia. Impresiona el poder del trauma, que algo tan fuerte como la Navidad, fuera anulado por tantos años por los malos recuerdos.
No fue fácil, Mimí, probablemente por la falta de práctica, por ser una sección clausurada del cerebro. Es un árbol grande, pero no gigantesco. No fue planeado así, pero es sencillo con pocos colores, adornos de madera, de bolitas rojas, bellotas, nidos, manzanas y casas de pajaritos. Nada ecléctico, ni moderno, ni rimbombante, sin lazos, sin escarcha, sin nieve falsa, sin moda.